El Malacate

Javier Ronchel

jaronchel@huelvainformacion.es

Otro día infernal en Huelva

Otro gran episodio de avería de los trenes, entre incontables incidencias diarias, evidencia de nuevo la urgencia de inversiones para no ver más pasajeros arrastrando maletas junto a la vía El Malacate: Madrugada infernal en Huelva

Otro día infernal en Huelva

Otro día infernal en Huelva

Probablemente recordarán aquella imagen de personas mayores, y de todas las edades, arrastrando sus maletas de madrugada, a oscuras, por la grava de las vías, a muy pocos kilómetros de Huelva capital, tras una espera de más de cuatro horas en los vagones por una avería. Aquello ocurrió el 17 de septiembre. Han pasado casi dos meses y lo que parecía el colmo de los males de Huelva por el servicio ferroviario ha quedado en nada, en el olvido. Apenas reacciones políticas inmediatas sin más recorrido, ni sociales que elevaran la indignación de aquellos días hasta la atalaya de los centros de decisión, donde apenas alcanza el eco de la prensa.

Hace una semana volvió a repetirse una imagen similar. No era de noche, fue por la mañana, ni la espera llegó a ser tan larga, pero de nuevo los pasajeros de un tren entre Huelva y Sevilla tuvieron que salir por sus propios medios a las vías, llevando maletas por un campo de tierra al encuentro de un autobús o de sus propios familiares, al lado de San Juan del Puerto, a dos pasos del destino final. El retraso provocado esta vez fue de dos horas, de un trayecto ya de por sí excesivo para lo que la misma distancia es en otras provincias. Una mañana infernal después de aquella madrugada infernal. Y las reacciones apenas han sido testimoniales en las redes sociales.

Entre medias ha habido más episodios de averías, esperas y retrasos, éstos los que más. Como tantos meses (años) antes. También un accidente desgraciado, en un choque del tren con un tractor que puso en evidencia, pese al lance fortuito, la precariedad de una línea y de un servicio que precisan de una mejora sin demora. Los propios pasajeros, en este último caso del accidente referido, echaron en falta un botiquín con un mínimo material de primeros auxilios, pero también alguien más que el herido maquinista con capacidad para accionar puertas y poder evacuar al pasaje, al menos.

Llegadas con 45 minutos de retraso, asumido tantas veces sin más trascendencia, en un trayecto que debe ser cubierto, teóricamente, entre 84 y 100 minutos (y que podría serlo en sólo 25 con un nuevo trazado), son cada vez más significativas y generan incomodidades, perjuicios personales y económicos que terminan por machacar un poco más a pasajeros que no tienen alternativa a este transporte.

Porque cada vez son menos pero todavía hay usuarios de estos trenes, y en número significativo, que aunque se redujeran al mínimo merecerían todo el respeto y la consideración por ser este un servicio público esencial.

Y mientras la calamidad ferroviaria ahoga a los onubenses que resisten como valientes pasajeros, las quejas se quedan en rabietas de unas horas, alguna foto, vídeo o escrito en redes sociales y vagas palabras y acciones políticas, que deben reconducirse a una vía mucho más efectiva y adecuada.

A los ciudadanos, y a toda la sociedad civil en su extensión, nos toca reaccionar pero no en la barra de un bar o en una conversación en medio de la calle Concepción. Hace falta hacerlo donde más amplificación pueda haber para que llegue donde debe, como defienden los pocos activistas que se mantienen con ánimo de denuncia constante, pero sin una respuesta deseada de la generalidad ciudadana, que es la que da sonoridad y contundencia a los mensajes.

En este tiempo, en el que Huelva ha recibido golpes diarios para reforzar el honor de ser una de las provincias más maltratadas de España en materia ferroviaria, otras están empezando a sufrir los estragos de un servicio en claro retroceso, que necesita de una fuerte inversión pública, seguramente en todas las provincias andaluzas, aunque en ninguna con tanta urgencia y necesidad, después de tanto tiempo de espera y con tanto por mejorar, como la de Huelva. Pero en ese frente abierto para Renfe y para Adif, hay un convencimiento en Huelva de que no entrará en las prioridades de acción, no por necesidad sino porque la fuerza de la queja onubense, plena de protestas de salón, está siendo ya superada en intensidad por la de otras provincias. Y entonces volverán los lamentos, los celos injustificados y la autocompasión, fácil y peligrosa, para culpar de lo que aquí no se hace a los demás que sí hacen.

Es comentario generalizado estas semanas que estos continuos episodios de los trenes de Huelva, que refleja un servicio deficiente en la forma y en el fondo, sigan sin provocar un movimiento definitivo en Huelva que reclame todo lo que tanta falta hace a esta provincia, que cada día aumenta a modo de deuda histórica en que se ha convertido con los años, y que a este paso será superada por la mayor vehemencia de sus argumentos por vecinos andaluces o extremeños con deudas menores. Por eso se insiste en que toca levantarse para impedir que sean los propios onubenses quienes condonen con su inacción esa deuda con Huelva que sigue creciendo y agravando una situación, ahora mismo sin solución creíble. Porque, desgraciadamente, la inversión de la Administración Pública, que debería atender las necesidades reales de los territorios, se limita en la práctica a responder a incendios sociales o a chantajes políticos.

Mientras, avanzan los proyectos del AVE en Almería y en Asturias, entre otros, y la Unión Europea aconseja mejorar la red ferroviaria para evitar peajes forzados en las autovías. Aunque el mayor peso lo debería tener la conveniente inversión en un transporte más sostenible ambientalmente y seguro, un servicio público que debe garantizarse por igual en todo el territorio nacional, con un alto margen de crecimiento de usuarios parejo a la calidad de la oferta. Y esta, en Huelva, no va asociada al lujo sino a no volver a ver pasajeros arrastrando maletas por las vías.

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