La otra orilla

El día después

Si la pandemia ha podido servir para algo debe ser para empezar a construir otro tipo de relaciones

Parece que poco a poco vamos ganando terreno a la pandemia. Pero no hay que echar campanas al vuelo, sigue habiendo contagios, sigue habiendo muertes, seguimos sin vacuna, todos los expertos coinciden en que va a haber rebrotes… Habrá que seguir luchando, con responsabilidad y con la conciencia de que nada volverá a ser como antes. Saldremos a la calle, pasearemos por ella, saludaremos a dos metros de distancia a amigos y conocidos, usaremos mascarillas, tomaremos café alejados de los otros y no podremos abrazar a nuestros seres queridos. Seremos seres despersonalizados, individualidades, el ser social que define a las personas estará guardado en algún bolsillo del corazón para salir con fuerza cuando sea.

A partir ahora nuestra vida estará regida por fases: fase 0, fase 1…y así hasta el infinito y más allá. Esperemos que los encuentros en la tercera fase nos permitan mantener la solidaridad espontánea que ha surgido de los balcones y ventanas de nuestras casas, esperemos que hayamos interiorizado durante el confinamiento lo importante, que seamos capaces de diferenciarlo de lo accesorio, porque ahora nos queda salir de la crisis económica que se avecina.

Y la salida no puede ser la de siempre. Los beneficios no pueden estar por encima de la vida de las personas. Hemos de hacer posible otra economía, una economía que ponga en el centro de su actividad a los más empobrecidos, una economía que garantice un ingreso vital mínimo, unos salarios justos, un empleo digno, una sanidad pública con recursos, una educación que garantice el acceso a la misma de los más necesitados, una política migratoria basada en la acogida y no en el odio y el racismo. En definitiva, en este día después habrá que luchar por otra sociedad más solidaria y más fraternal donde el encuentro y el cuidado sean lo más importante.

Si la pandemia y el confinamiento han podido servir para algo, debe ser para esto, para empezar a construir otro tipo de relaciones, otro tipo de vida, una vida interdependiente en la que lo que le ocurra a cualquier ser humano nos ocurre a cada uno de nosotros. Después de todo lo vivido, nada de lo humano nos puede ser ajeno. Pongámonos el mono de trabajo y empecemos a construir los cimientos de un nuevo mundo. Y mientras lo vamos haciendo, jugándonos la vida si es preciso, salgamos al balcón, a las ventanas, a seguir aplaudiendo por lo que tiene que venir, navegando juntos, codo con codo, piel con piel, poro con poro…

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