Las declaraciones del vicepresidente segundo del gobierno, Pablo Iglesias, cuestionando la calidad democrática de España, por el hecho de que las elecciones catalanas se hayan celebrado con los líderes independentistas encarcelados, no sólo han dejado una larga estela de polémicas y controvertidas posiciones políticas, sino que han planteado una tensa situación y un deterioro considerable en la estimación de nuestro Estado de Derecho a nivel internacional. Una perversa frivolidad más de este bolchevique acomodado que trae de cabeza al gobierno a pesar de que la portavoz del ejecutivo, la ministra María Jesús Montero - por cierto salpicada por la instrucción del caso de corrupción Isofotón - haya querido enmarcarlas en la dialéctica propia de un debate electoral o en esa sospechosa ambigüedad silente del propio presidente del ejecutivo. Es inadmisible por otra parte que el líder de Podemos haya pretendido comparar la detención del opositor ruso Alexei Navalni con la situación de los líderes independentistas catalanes presos o fugados al extranjero.

El Sr. Iglesias con su matonismo dialéctico, es la anormalidad democrática. El auténtico pirómano que trata de incendiar las bases en que se asientan los principios constitucionales, desprecia al poder legislativo, cuestiona e judicial, apoya a los filoetarras, ataca al gobierno del que forma parte y rechaza la monarquía parlamentaria. Todo lo cual provoca la indignación de la mayoría de los ciudadanos fieles al constitucionalismo, la moderación y la concordia entre las distintas formas de pensar, y el escarnio, cuando no el ridículo, fuera de España donde pueden dudar de nuestra capacidad democrática. Que es lo que pretende Iglesias con sus intolerables manifestaciones. Un lamentable exceso de cinismo que contribuye al descrédito internacional. La comprometida situación que ha motivado la injerencia rusa, siempre dispuesta a la desestabilización, y la intervención de Josep Borrell, Vicepresidente de la Comisión Europea, y la Ministra de Exteriores, Arancha González Laya, con firmes opiniones al respecto, han puesto el asunto en sus justos términos. De sobra sabe el líder podemita que en Rusia su actitud y sus desavenencias verbales tendrían graves consecuencias para él. Que se lo pregunten al disidente Navalni.

Pero Iglesias juega a dos barajas, o tal vez más, y ese indefinido resultado de los comicios catalanes, con su escasa participación que minusvalora su trascendencia y todo lo deja prácticamente igual, le favorece, Y sobre el fondo voraz y asilvestrado de la campaña en Cataluña, una vez más el río revuelto de los corifeos del gobierno, más tirios y troyanos, que aprovecharon para hostigar y denostar a Casado y los suyos. Una pérfida causa cuando sabemos de sobra que el PP en Cataluña se mueve en territorio comanche. Como dice un buen amigo mío: "siempre hay quien se desenvuelve mejor en las cloacas".

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