
Caleidoscopio
Vicente Quiroga
Relecturas
Gafas de cerca
El título es contradictorio: dos líneas paralelas no convergen, salvo que empecemos a tirar de entelequias como el infinito, pero usted no merece eso un martes de playa o de inclemente calor. Convergencia paralela es un ejemplo de esa expresión que lleva varios años de moda, oxímoron. Como tantos otros cientos de voces y prefijos, nos la regaló el griego clásico. Viene de “oxys” (agudo) y “moros” (tonto o romo). Una contradicción. Recordemos que no toda contradicción en dos palabras yuxtapuestas es un oxímoron: la combinación debe alumbrar algo nuevo; una metáfora, o una ironía. No son oxímoron “narcotraficante bueno”, “Huawei Made in USA” o “agradable tsunami”. Sí pueden serlo “noche blanca”, “muerto viviente”, “silencio atronador”, “alma animal”.
Con “convergencia paralela”, un amigo creó un oxímoron finísimo, relativo a las parejas que viven juntas, pero no conviven, porque cada uno hace su vida, aunque crían niños, organizan su doméstica hacienda, y en verano ponen en peligro su pragmático statu quo echando un mes –24 horas– a solas los dos, o compartiendo desayuno, Mercadona, gazpacho, barbacoa, sandía y cuarto de baño con otros parientes y afectos fijos discontinuos (se dice que en el verano se larvan muchas separaciones, que eclosionan en el otoño o invierno). Sostiene mi amigo que una convergencia paralela en un matrimonio o pareja es una desunión de hecho, una muerte anunciada; más que en aquellas cuyas trayectorias sí se rozan y cruzan por principio y como pilar.
Me pregunto cuál es el caso del CEO Andy Byron –ya, ex CEO– y su directora de RR.HH. –ya, ex jefa–, cuyo torso agarraba él en un concierto de Coldplay, al ritmo de los preámbulos de la canción Viva la Vida. Las ubicuas cámaras y los móviles, inquisidoras viejas del visillo digitales, han dinamitado su trabajo y su familia. No hay absolución para ellos en un mundo tecnoalcahuete, repleto de sepulcros blanqueados y puritanos impolutos (toma ahí par de oxímoron). Millones se han apresurado a tirar la primera piedra, en contra del Jesucristo que tanto juez sin toga dice seguir. Viva la vida... de otros. Ojo: es muy adictivo.
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