La Canaleta

18 de septiembre 2025 - 03:06

En dos días el verano habrá dicho adiós. Se fue el estío donde el calor apretó como nunca en una ola que pasará a la historia. Nunca tuvimos por esta zona andaluza tantos días de calor seguidos… Cerca de veinte.

Cada año me gusta despedir a la estación reina del sol, en el lugar privilegiado de Punta Umbría. Esta vez he vuelto hacerlo en ese lugar único y legendario que es La Canaleta. No creo que exista un punto más bello en la playa para soñar con ese mundo eterno y sin horizontes que es el mar.

Un lugar que hoy ha cambiado sustancialmente, pero en el que un día, ya lejano, unos inmensos bajos de arenas simulaban fantasmas de olas que surgían y desaparecían al ritmo de las mareas.

La Canaleta era la proa de un mundo idílico donde el océano nacía o donde las olas terminaban sus singladuras de mar, para reposar a los pies de blancas y doradas dunas, salpicada de una típica vegetación salvaje a la que llamábamos “uñas de león”.

Un punto de la geografía de Punta Umbría inolvidable. Un canal de aguas que daban entrada a la ría, donde la furia de mar ya estaba amansada, y sólo el rigor las corrientes era digno de juiciosa observación.

Ya con la llegada del otoño, el paisaje comienza a cambiar. Los días son más cortos, la temperatura del agua distinta, el color de los atardeceres más difuminado en el cielo marismeño. Es entonces cuando la playa, desierta en su soledad, invita a mirar en la lejanía

azul del horizonte y llenar nuestra mente de fantasías donde voces de sirenas nos cuentan increíbles misterios que suceden por encima y debajo de las olas, que vienen a la orilla en busca de esas conchas y caracolas que dejaron otras mareas.

El viento, el nuestro de suroeste, nos hace escuchar historias de leyendas marineras: la isla de San Barandán, el Holandés errante, el buque fantasma, el mito medieval de la “garra” que nos hundía en el averno de las profundidades, la teoría de un mundo de superficie plana, la cascada oceánica del infierno…

Aquí, las leyendas suenan con ecos distintos, el Atlántico, tan unido a nuestra existencia, nos da las imágenes de las columnas de Hércules, la viva eternidad de Tartessos, el misterio de una realidad perdida en la Atlántida…

El verano se va... la vida pasa. Yo nací el primer día del otoño, quizás por eso llevo marcado en el corazón los ecos de la nostalgia y la música suave y bella del amor…

Adiós, estío. Hasta que Dios quiera.

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