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Le gustaría tener suerte. Encontrar por fin un trabajo más o menos fijo con un sueldo más o menos decente

No sabe lo que es la suerte. Sí que ha experimentado en ocasiones algo que debe ser asimilable a la felicidad. Pero ¿suerte? Eso no. Nació destinado a ser pobre y se ha mantenido fiel a su cuna. Desde que recuerda ha estado trabajando, casi siempre sin contrato, casi siempre mal pagado. Se casó con una chica tan trabajadora como él. Tuvieron un par de hijos, destinados probablemente a una vida de trabajo duro y mal pagado, por más esfuerzos que hacen por proporcionarles estudios y oportunidades.

No tiene demasiado tiempo para pensar en todo eso. Vivir cuesta mucho trabajo, y vivir con poco más aún. Hacer reflexiones sobre la distribución de la riqueza, sobre las ayudas sociales, sobre la sanidad pública, y sobre todas esas cuestiones políticas es un lujo que no puede permitirse. Sabe, claro, que eso juega en su contra, que mientras más desinformado más vulnerable. Lo sabe. Pero cuando llegan las 9 de la noche, y consigue por fin quitarse la ropa de trabajo, lo que menos le importa es su vulnerabilidad. Sólo quiere llegar al sofá.

Le gustaría tener suerte. Encontrar por fin un trabajo más o menos fijo con un sueldo más o menos decente. Terminar de pagar la maldita hipoteca. Ver a los hijos orientados en la vida. Cosas de ese tipo. ¿Poder veranear alguna vez de verdad, en alguno de esos países que salen en los documentales? Pues vale, eso sería genial. Pero ni siquiera. Se conforma con poder pagar las facturas y poder salir al campo a tomar unas cervezas.

Pero incluso eso tan sencillo le ha sido negado. No saldrá de viaje al extranjero nunca. Y cuando consigue salir al campo lo hace agobiado por los impagos, los gastos de los niños o el desempleo que se agota. Así ha sido siempre. Y así será. Porque la suerte no se hizo para él. Ni para muchos millones de personas en todo el planeta. La suerte está repartida, como las cartas en una partida. Y si te toca el seis de tréboles vas a tener que jugar de farol o no jugar.

Hoy ha llegado antes del trabajo. Se ha puesto las zapatillas después de darse una ducha. Y se ha puesto a curiosear al móvil. La lista Forbes. Los super-ricos. Las grandes fortunas. Cifras que ni es capaz de imaginar. Mucho dinero. Poca gente. Será la suerte. Serán las cartas que les repartieron. Ni siquiera tiene fuerzas para cabrearse, para cabrearse de verdad. Porque eso de la lista Forbes es, se mire por donde se mira, una desvergüenza. Un despropósito. Una injusticia. Y se durmió. Cansado.

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