Hace ya muchos años de aquella reivindicación que hicieron los movimientos sociales para exigir que se destinaran al menos un 0,7% de los presupuestos de las distintas Administraciones a la Cooperación Internacional. Se llegaron a firmar compromisos en multitud de ayuntamientos, diputaciones y otras administraciones, y se destinaron muchos fondos a paliar las desigualdades entre países. El argumento era que, de alguna manera, había que compensar a determinados países por los recursos expoliados durante años, por la Deuda Externa que se les había impuesto para lastrar y monitorizar sus economías o por los torticeros procesos de descolonización que se habían hecho en el siglo pasado.

Toda esa reflexión desapareció, aunque quedó, eso sí, cierta estructura de Cooperación Internacional, que ha facilitado y facilita numerosos proyectos en países con dificultades de Desarrollo. Proyectos que, en ocasiones, sólo sirven para parchear situaciones estructurales de pobreza y exclusión social. Porque hay una realidad que no podemos eludir, sobre todo cuando hablamos desde el Norte, desde los países ricos: nuestro nivel de bienestar sólo es posible si hay otros países que facilitan los recursos y la mano de obra barata. Hay recursos para que los casi ocho mil millones vivamos dignamente. Para lo que no hay es para los indecentes niveles de vida de una minoría del planeta.

Por eso la Cooperación Internacional tiene una doble dirección. Por un lado ofrecer a algunos países recursos, tecnología, oportunidades para revertir situaciones de pobreza y exclusión social. No es un donativo: es más bien una devolución, o una compensación. No es un dinero que nos sobra, es una inversión necesaria para deshacer los terribles desequilibrios entre unos países y otros. La otra dirección es la sensibilización en los países del Norte, porque es inconcebible que en la sociedad de la información haya este desconocimiento sobre las diferencias de oportunidades de las personas, por el simple hecho de nacer en una coordenada u otra del planeta.

En todo esto pensaba hoy, mientras la Diputación Provincial de Huelva nos contaba sus planes en material de Cooperación Internacional. Había muchas ONGDs presentes, cada una con una pequeña foto de la realidad del Sur. El collage que forman esas fotografías es una aproximación a un mundo de desigualdades. Y #nohayderecho

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