Hoy es Navidad

25 de diciembre 2025 - 17:33

Hoy es Navidad. Anoche soñé que estaba en Bet Sahur y, aunque allí no suele nevar por esta época, yo veía la blancura de la luz, en la Cueva de los Pastores, con ese fulgor del brillo de las alas y túnicas de los ángeles entonando su mensaje de "paz en la tierra a los hombres de buena voluntad" que me llevaban al clásico Portal infantil que de pequeño nos instalaban mis padres y hermanos mayores, y sentía la candencia de las panderetas y de las zambombas al ritmo de unos eternos villancicos que no se olvidan entre el aroma del romero que en grandes haces nos traían desde la Sierra.

Hoy es Navidad y me he sentido pastorcillo muy cerca de aquel bíblico Belén.

Y mientras las palmeras - ¡Ay Dios mío por qué cortaron aquellas palmeras amigas de mi infancia! - batían sus palmas en compases de alegría, dentro de la iglesia, entre monjas de la Caridad, enfermos del Hospital asomados a los balcones, y todos los vecinos del barrio en unión de auténtica hermandad, el Niño Dios nacía ante un precioso altar blanco con destellos de columnas doradas y una imagen mercedaria de recordada belleza.

Hoy es Navidad y aunque la gracia del Señor me hiciera llegar a la novena década de vida, me siento aquel niño que, sobre una alfombra de esparto, ante una baranda del altar mayor, abría sus ojos porque sin saberlo estaba sintiendo y comprendiendo el mayor de los milagros que nuestra fe cristiana nos ofrecía cada Nochebuena.

Luego vivir las horas en la cita del hogar, entre roscos, mazapanes, pestiños y el calor del brasero cubierto con cisco y cenizas para darnos nuevo calor al espíritu.

Y ya, con el corazón emocionado y alegre, levantar la vista al cielo y saber que Jesús también había nacido en Huelva.

Hoy, allá por Tierra Santa, cuando las pisadas del Niño Dios están casi borradas, a los más de dos mil años, en este siglo de guerras, incomprensiones, odios y maldad, niños y mayores sufren en una noche que no pudo ser buena porque la política, los intereses y orgullos humanos impiden sembrar reconciliación y amor.

En el último tramo de mi vida deja, Señor, que te pida mi único regalo de Reyes: concede la Paz al mundo y el Bien a los hombres de buena voluntad, porque sin Tu ayuda nunca habrá Noche-buena y Feliz Navidad.

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