Sin coherencia y sin límites

Es increíble que aún haya gente que confíe en la palabra de Pedro Sánchez, pero la hay

Lo mismo que en otros ámbitos, una cuestión clave en política es la de conocer los límites, en el sentido de hasta dónde puede llegar un líder o un partido. Como es lógico, hasta que no se van conociendo los pasos que dan, lo que hacemos son predicciones, con la débil creencia de que se cumplirán, al menos, en un porcentaje aproximado. Pero todos nos llevamos chascos, a veces, de envergadura. Vemos que hay quienes dicen o hacen una cosa y que, con el paso del tiempo, manifiestan o ejecutan lo contrario, sin que responda el cambio a una adaptación a nuevas circunstancias. Y así surgen las decepciones ciudadanas.

Un buen ejemplo de lo descrito lo encontramos en Pedro Sánchez -¡qué alma bendita!- quien inicialmente, con una rotundidad pasmosa, garantizaba coherencia ideológica y mantenimiento de sus posiciones, lo que hacía normal el que más de uno lo creyera. Sin embargo, todos conocemos su recorrido y hemos podido comprobar que es imposible fiarse de lo que diga; en segundos, puede recolarse en una postura opuesta a la que en un principio sostenía. En este asunto, ha sobrepasado a otros muchos políticos y, no solo eso, se ha evidenciado que sus límites son laxos e imprecisos; que es de los que nunca se sabe hasta dónde puede llegar. De él cabe esperarse cualquier cosa, porque la directriz nuclear de sus actuaciones es conservar el poder. Además, en este aspecto no tiene ningún pudor; le da igual quedarse al descubierto.

Los últimos acontecimientos son llamativos y algunos escandalosos con el fin de conseguir la aprobación de los PGE. Si hace poco dio sus condolencias por el suicidio de un etarra -cuando nunca lo había hecho por nadie- para contentar a Bildu, de cara a procurarse su apoyo en los Presupuestos, ahora, el turno le viene a cortejar al independentismo catalán, con acciones tales como hacer público la tramitación del indulto a los condenados por el denominado procés, el anunció de la modificación de la ley relativa a la rebelión y sedición, que afectaría a los citados, la reanudación de la sesgada y parcial mesa de diálogo, y el no refrendar la asistencia del Jefe del Estado en la entrega de despachos a la promoción de jueces de 2020 en la sede de la Escuela Judicial en Barcelona, alegando la poco consistente excusa de razones de oportunidad. ¿Y todo para qué y por qué? Pues para conseguir aprobar los PGE como un medio que le ayuda a seguir en el poder. Es increíble que aún haya gente que tengan fe en Pedro Sánchez, pero la hay.

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