Caleidoscopio

Vicente / quiroga

La casa de Diego Díaz Hierro

La lógica y masiva indignación provocada en Huelva por la destrucción de una zona arqueológica protegida por su incuestionable valor patrimonial e histórico, datado con 5.500 años de antigüedad y en la que se habían logrado hallazgos de gran relevancia científica internacional, ha producido no sólo la alarma y la movilización de los ciudadanos sino que ha devuelto a la actualidad las ya reiteradas reivindicaciones sobre el abandono y deplorable estado en muchos casos del antiguo mercado de Santa Fe -para el que hace unos días se solicitaba la apertura de un expediente como BIC-, la vieja cárcel, el Colegio de Ferroviarios, el antiguo edificio de Hacienda en la céntrica Plaza de la Constitución, el Barrio Obrero y otros escasos vestigios arqueológicos y arquitectónicos de otros tiempos.

Pero ¿alguien se ha acordado de la casa del profesor, historiador y poeta Diego Díaz Hierro? Siempre habíamos entendido que su propietario la había donado a la ciudad, junto a su extenso y valioso patrimonio intelectual y literario, un archivo de valor impagable: libros, periódicos, fotografías, documentos diversos y recuerdos personales, la mayoría de los cuales fueron trasladados al Archivo Municipal de la Casa Colón, donde, a Dios gracias, se custodian por muy competentes manos.

Parece que los Servicios Jurídicos Municipales no ven muy clara la donación en el testamento, lo cual muchos ponen en duda y yo con ellos. Noticias más recientes nos alarmaban sobre la demolición de esa antigua casa, único ejemplar de esas edificaciones sencillas y modestas de la Huelva de finales del siglo XIX, tan escasas ya tras la implacable y cruel piqueta demoledora -excavadoras, actualmente- de los últimos años en nuestra ciudad, para convertirla en una planta baja de uno de esos edificios gregarios e impersonales, en muchos casos horrendos, que tanto han proliferado.

Ahí está abandonada esa humilde seña de identidad, tan valiosa por su significado y por lo que representa de la memoria de quien instruyera a tantos onubenses, desvelara tantos valores de su pasado y narrara con ameno ingenio personal la historia de las calles y plazas de Huelva. Son innumerables las ciudades que conservan con especial dedicación viejas casas de sus hijos más ilustres y guardan en ellas sus más valiosas pertenencias y recuerdos a modo de museo. ¿Por qué Huelva no puede conservar y mantener la casa de quien tan generosamente la legara a su ciudad natal a la que tanto quiso y tan dignamente sirvió? Sólo pretendemos que se conserve tal cual es, restaurándola, y se adapte en su interior como exponente de las señas de identidad genuinamente onubenses y un salón donde asociaciones, entidades, grupos o cualquier colectivo tenga donde reunirse, celebrar lecturas, recitales y otros acontecimientos culturales.

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