El arte de morir

En este mundo nuestro tan lleno de seguridades, la certeza ancestral que suponía la muerte se ha terminado diluyendo

Dicen que el de hoy es un buen día para morirse porque, por lo visto, están abiertos todos los pasillos que van y vienen del más allá y ese tipo de cosas que pasan en estas fechas que, al menos antes, servían para recordarnos que la muerte existe y que está ahí, a un tiro de piedra. Hay un par de cosas que deberíamos aprender sobre la muerte desde pequeñitos. La primera es que todos, antes o después, en algún momento, de forma esperada o inesperada, irremediablemente, nos morimos. Y esto, que puede parecer una perogrullada, no toda la gente lo tiene muy claro. En este mundo nuestro, tan occidental, tan civilizado y tan lleno de seguridades, la certeza ancestral que suponía la muerte se ha terminado diluyendo tanto que ahora casi nos parece tan solo una posibilidad, esa cosa que le pasa a la gente y que no nos va a tocar nunca y que, si lo hace, será dentro de mucho, una idea que, además de ser estúpida, nos debilita como especie, porque adormece nuestro natural instinto de supervivencia. La segunda cosa que tendrían que enseñarnos sobre la muerte es que, además de irremediable, es absolutamente injusta y despiadada. La mayoría de las personas creemos que moriremos dormiditos en nuestra cama, o recostados en el sofá. Que cuando nos llegue, lo hará con suavidad y sutileza, como si la muerte no fuera abrupta, cruel y desagradable la mayoría de las veces. Creemos, criaturitas, que tendremos un final feliz, pero la muerte es caprichosa e implacable. No te da cita, es verdad, pero que no te vengan tampoco con la milonga de que es traicionera, porque desde que naces ya te dan la primera papeleta para morirte. Puede que todo esto que te cuento suene descorazonador, pero debería ser justamente lo contrario, porque en realidad solemos hacer mejor las cosas cuando sabemos que tenemos un plazo para hacerlas. Siempre he creído que la muerte es en realidad un examen final, un balance de lo bueno y lo malo que hiciste mientras vivías, y que además supone el principio de otra cosa, de una vida más larga que se vive en el recuerdo de quienes estuvieron contigo en algún momento de sus vidas, en la memoria de aquellos en los que tu vida impactó de alguna manera. Cuanto más tiempo se vive no es cuando estás vivo, sino después de muerto, y estoy convencido de que haciendo cosas buenas, aportando algo al mundo, dejando un legado, por pequeño que sea, y, sobre todo, tratando de ser buena persona, se vive más tiempo. El arte de vivir no consiste en no morirse, porque es imposible, ni en tener un final feliz, porque lo más probable es que no sea así, sino en vivir de forma que tu paso por la vida se convierta en un bonito recuerdo para los demás. Porque lo triste de verdad no es morirse, sino que nadie se acuerde de ti una vez muerto.

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