Protestas ante la sede de Ferraz en Madrid.

Protestas ante la sede de Ferraz en Madrid. / E.P. (Madrid)

Menos mal que ya han llegado, prematuramente como siempre, los anuncios de Navidad. Espero con ansiedad el de la Lotería, con su derroche de polvo de estrellas y generosidad infinita entre los vecinos del edificio y la peña del bar, e incluso el de la bebida de cola que nos habla sin parar de que para destapar la felicidad solo hace falta una sobredosis de azúcar y cafeína. Más que nunca nos hace falta volver a casa por Navidad a empacharnos de turrón, que borboteen las burbujas del cava como si en el mundo todo fuera de color dorado y que nos vendan mil y un perfumes: dudo que incluso así consigamos dejar de oler a podrido. Con el del jamón cocido sacaremos a relucir, seguramente, el más hermoso lado de la vida, el de los valores, que se supone que todos compartimos de boquilla, pero que casi nadie practica.

El anuncio del turrón de chocolate, convencional donde los haya, con su familia saludable y ordenada en la que el tiempo pasa sin contratiempo, el perro crece y desaparece, los yernos idóneos y los nietos llegan en su momento, los obesos lo son sin complejos y las mujeres no tienen que ser especialmente bellas y delgadas…, me ha llenado de emoción. Tendré que verlo varias veces al día para compensar el derroche de violencia, mala educación e incoherencia que nos rodea por todas partes menos por una: la de los anuncios de la Navidad. Déjenme con ellos, no me llamen para levantar más fronteras ni dentro ni fuera de España ni para “putodefender” este país que no se está rompiendo a base de leyes, sino a base de injusticia, ignorancia, estupidez y ambición.

Qué espectáculo, maremía: gente que dice defender la constitución envuelta en la bandera dictatorial del aguilucho y gente que ha sacado a la calle los cascos de los tercios de Flandes; gente de izquierda que pacta con la derecha independentista para no pactar con la derecha nacionalista; señoras con pantalones de piel y tacones stiletto obsesionadas con recuperar su bolso de Gucci en medio de una barricada; 47 millones de cuñados expertos en amnistías y expertos en amnistías que hablan antes de tiempo (un poco de paciencia, por favor, que en democracia el orden de los factores sí altera el producto); reparto de más caudales a los que ya son los más ricos y gente que estuvo en contra de subir el salario mínimo, pero que ahora clama por la igualdad de los españoles (vayan definiendo igualdad y libertad, si son tan amables); ultraderechistas que insultan al rey, a la policía y al papa… o conmigo o contra los rojos; gente enfurecida con el pacto catalán, pero que obvia la “agenda canaria” y otros pactos precedentes… Todo vale con tal de gobernar, pero todo vale, también, con tal de que no gobiernen.

Quizás el humo de los contenedores en llamas no nos deja ver la realidad: protesta, claro que sí, pero en paz y con coherencia. Qué espectáculo. Voy a refugiarme en los anuncios navideños durante un tiempo, que estoy muy necesitada de bondad, aunque sea de la de pacotilla.

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