La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Aunque mi amor te olvidare

Los sevillanos no la han olvidado. Y si lo hicieran, Ella no los olvidaría como se pide en la hermosa Salve de 1929

Nada y nadie, solo Ella, vive en Sevilla 775 años después que la mañana del 22 de diciembre de 1248 entrara en la ciudad traída por San Fernando y fuera entronizada en la mezquita aljama después que el obispo Gutierre Ruiz de Olea la consagrara como catedral, restaurando en Sevilla el culto cristiano que había sido abolido el año 712 tras la conquista musulmana. Ninguna imagen, solo Ella, ha recibido culto ininterrumpidamente durante casi ocho siglos. Ninguna devoción que carezca de hermandad que la custodie, solo Ella, ha vivido tanto tiempo sin decaer y ser olvidada. Ninguna imagen gótica, solo Ella, ha logrado sobrevivir al extraordinario huracán barroco que redefinió las formas de las devociones sevillanas. Ninguna de las extraordinarias imágenes que atesora la Catedral, solo Ella, ha mantenido sin decaimiento su devoción, mustiándose las demás por importantes que fueran –la Virgen de la Antigua a la que me temo que solo le siga rezando a sus pies doña Leonor de Alburquerque–, conmovedoramente hermosa que sea su hechura –la Inmaculada que el pueblo bautizó como La Cieguecita, la imagen mariana más honda y calladamente hermosa de Sevilla– o fundacional que fuera para la imaginería sevillana –el Cristo de la Clemencia–. Nadie, solo Ella, habría sobrevivido a su lujosa y magnífica clausura catedralicia, alejada del roce que día a día mantiene vivas las devociones sevillanas. Nadie, solo Ella, congrega tantos sevillanos con tan breve y sobria procesión.

Parece olvidada. Parece que su devoción ha decaído. Pero vive. Resguardada en los corazones y las memorias durante todo el año. Públicamente en su novena, en sus dos besamanos de agosto, en las hermosas misas de la madrugada del 15 de agosto que se suceden ininterrumpidamente desde las cinco y media, y en su breve procesión de la mañana. Actos todos que congregan multitudes en nuestro siempre inclemente agosto.

Los sevillanos no la han olvidado. Y si lo hicieran Ella no los olvidaría, como se pide en la hermosa Salve que escribió el padre agustino Restituto del Valle para el Congreso Mariano Hispano-Americano celebrado en Sevilla en 1929 a la que puso música el padre Eduardo Torres, maestro de capilla de la Catedral: “Madre de Dios, Madre mía, / mientras mi vida alentare, / todo mi amor para ti; / mas si mi amor te olvidare, / Madre mía, Madre mía, / aunque mi amor te olvidare, / tú no te olvides de mí”.

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