La otra orilla

javier rodríguez

Moratoria contra la riqueza

Hace unos días una deportista decía en la tele que no sabía si su fortuna era de dos o tres millones. Al margen de lo fuera de lugar que pueda estar que alguien haya atesorado en pocos años ese dineral por jugar bien a la pelota, me indignó -tengo que reconocerlo- la duda del millón de euros. Esa cantidad es cincuenta y dos veces la renta media anual en España, esto es, la cifra a la que ella restaba importancia daría a cincuenta y dos personas para situarse en la media de la tabla de las rentas en nuestro país. Pese a estar lejos de situarse entre las mayores fortunas de este país, entre las que hay cerca de cuarenta milmillonarios reconocidos, ya parece sufrir el mismo síndrome que aqueja a las élites, que se manifiesta en la falta de compasión y empatía y en la desconexión con la realidad del “común de los mortales”.

Los ultraliberales que campan a sus anchas últimamente por los platós de televisión, demás altares mediáticos e incluso algún que otro gobierno, dicen que lo que “sufrimos los izquierdosos” es una especie de envidia por ser “unos muertos de hambre” que ansiamos la fortuna de las personas que han alcanzado esas rentas-“con su esfuerzo”, subrayan siempre, como si quienes nos situamos en las rentas medias o bajas dedicásemos nuestros días a la holgazanería-.

Lo mismo tendríamos que dejar de hablar de redistribución y empezar a hablar directamente de prohibición de la riqueza, sobre todo porque está construida sobre la explotación de la mayoría, pero también porque esas cifras serán inmorales mientras haya personas viviendo en la calle, en infraviviendas o a las que no les llega para la cesta de la compra o para la factura eléctrica. Esa moratoria contra la riqueza se podría extender en el tiempo mientras las listas de espera para que nos atiendan en la sanidad pública no se redujeran hasta límites aceptables, se mejorase algunos servicios de esta, como los de Salud Mental o los de Fisioterapia, o se incorporaran aquellos que aún no se prestan. También habría que esperar hasta bajar la ratio en nuestros centros educativos públicos, nuestra prole recibiera la mejor de las educaciones y nuestros mayores la mejor de las atenciones. La lista de requisitos se podría extender, también a lo ambiental, así que, mientras falten recursos para solucionar problemas tan graves, que no haya nadie con una fortuna por encima del millón de euros, por poner una cifra generosa.

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