
Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Vida bendecida
Brindis al sol
Hubo una época en que era frecuente que el guionista, al idear la película de un adolescente, propusiera una escena, gracias a la cual recreaba una atmósfera característica de los días previos a las vacaciones. Mostraba al joven –o a la joven– taciturno, dubitativo, como si reflexionase sobre una decisión trascendente. Se le veía inquieto, deambulando ante los estantes de la biblioteca familiar, con miedo a equivocarse y estropear la gran oportunidad ofrecida por el verano. Tenía la ocasión de llenar su vida en los próximos meses con el fantástico recurso imaginativo que prestan los libros. Era suya la responsabilidad de elegir los títulos que iban a proporcionarle estimulante compañía. Posiblemente aquellos momentos decisivos ya habían sido precedidos de días de cavilaciones y tanteos, porque cabía esperar mucho de una lectura bien seleccionada. Ya que se decía entonces: si aciertas, con un buen libro puedes iluminar tu porvenir. Había que recordar recomendaciones, sopesar materias, épocas. Decidirse por un solo género, o simultanear varios: el ensayo reflexivo para las mañanas, la poesía tras la siesta, la novela por la noche. En otras ocasiones había que decidir entre lo local, o cuestiones cosmopolitas. A veces, se trataba de elegir entre compras acumuladas, en cajones, que llevaban meses aguardando la libertad veraniega. En fin, preparar la maleta, escogiendo con nerviosismo tales acompañantes, implicaba enfrentarse al propio gusto y a las propias necesidades intelectuales. Pero todo eso, ya es agua pasada. Se han impuesto otras prioridades, y el libro de papel ha perdido puntos. Una escena como la descrita ya solo serviría para situar el clima de una vieja novela. Y el joven que apareciera con ese tipo de titubeos y preocupaciones sería tachado de anacrónico y estrafalario. Sin embargo, ninguno de los nuevos utensilios que ahora llenan, con su algarabía, las maletas viajeras de la juventud han logrado acallar la función que cumplían los libros. Por eso, el que quiera saber y reflexionar tiene aún la oportunidad de rebuscar y encontrarlos. Tal como decía la vieja canción: todo está en los libros y, por fortuna, aunque pocas, quedan librerías. Es el momento, pues, de ir llenando las maletas y luego, a la sombra, leer y pensar.
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