Supongamos que soy un ciudadano y que tengo unos derechos y unos deberes en una sociedad dada. Pongamos también que vivo en un Estado democrático de derecho -indeterminado- en donde esos deberes han de ser cumplidos y los derechos garantizados.

Bien, si así fuera debe inducirse que, todos, en ese Estado, debemos aportar lo que nos corresponde a la consolidación del sistema que nos hemos dado, con objeto de garantizar la gobernanza, así como a recibir las garantías que salvaguarden las sinecuras que nos corresponden.

Pero resulta que por hache o por be, que siempre hay una maldita hache o be en todos lados, todo esto se tuerce y se va al pairo; o sea, que el invento no funciona.

Es más, añadamos que, encima, a nosotros, como ciudadanos, nos da por pensar -esa cosa tan mal vista en las cúspides ocultas del poder- y comenzamos a inquirirnos con preguntas que no obtienen respuestas por los que deben darlas.

Esta anacronía de pregunta hecha y respuesta no dada puede llevarnos a la locura, lo admito; o, pudiera ser, ¿por qué no?, que nos condujera a algo peor: a la apatía política.

Y esto es malo, muy malo para cualquier sistema político. Porque si la ciudadanía, con la que está cayendo, no puede identificar a aquellos que han roto el engranaje del sistema y encima nadie se lo explica, mal vamos.

¿Recuerdan aquellos entretenidos libros llamados Dónde está Wally? Pues esto es peor, porque el Wally que buscamos no está pintado. Sí, como lo leen. Está escondido tras los que aparecen, pero no sale.

Y ese Wally sin nombre ni cara que se está forrando a costa de la connivencia o, en su caso, de la incapacidad de los gobiernos para meterlo en cintura es el que hace posible las guerras, la existencia de hambrunas en determinados territorios, la carestía de los medicamentos básicos, la falta de escolaridad y… lo que se les ocurra.

Algunos ciudadanos estamos hasta la entrepierna de que nadie nos hable claro. Y nunca es tarde, nunca. Un poquito de vergüenza, por favor, un poquito. ¿Es necesario repetir las elecciones? ¿Es obligatorio seguir en este estado de cosas? ¿Saben ustedes, señores líderes políticos de los partidos representados en la Cámara, hasta qué lugar nos tienen? Se los diré: ¡Hasta las mismas gónadas!

Y no es nuestra la culpa, no. No maten al mensajero. Mírense al espejo. Sean consecuentes con el mandato popular y formen gobierno. O bien, dimitan de sus puestos y váyanse al carajo. Todos.

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