Último día

Un país dividido por el odio, instalado en la mentira generalizada y en el autoengaño

Ahora que termina el año, no es nada difícil hacer pronósticos, porque hasta el más tonto puede imaginarse lo que se nos viene encima. "He visto el futuro y se llama Argentina", nos dice una voz que llega desde un más allá que está aquí al lado. Sí, así es: ese es nuestro futuro inmediato. Un país estancado, en manos de una clase política delirante y con una economía gripada que nadie sabe cómo hacer funcionar. Un país que vive del aire, o de los fondos que nadie sabe de dónde vienen, o de los agujeros contables, vaya usted a saber. Un país dividido por el odio, instalado en la mentira generalizada y en el autoengaño. Un país en el que la propaganda más descarada ha sustituido al debate racional. Un país en el que la excusa de "ampliar los derechos" sirve para introducir toda clase de restricciones y amenazas y aberraciones legales. Un país en el que la sociedad va trampeando de mala manera sin saber muy bien qué pasará (pero sin que parezca que eso importe demasiado). Un país de asistencialismo institucional donde todo el mundo espera la ayudita miserable del Estado a cambio de tener la boca cerrada. Un país sin esperanzas pero que finge sentirse muy seguro y orgulloso. Un país en el que la inseguridad y la delincuencia van aumentando día a día sin que nadie sepa qué hacer salvo mirar hacia otro lado. Un país con una administración pública elefantiásica que crece sin parar, consumiendo cada vez más recursos públicos, pero que nadie sabe gestionar con eficacia ni siquiera a la hora de repartir las ayudas con las que se ganan las elecciones. Un país en el que las bellas palabras ocultan la fea realidad de los hechos. Un país de políticos que juegan a ser psicoanalistas sin darse cuenta de que están más perturbados que sus posibles psicoanalizados. Un país de gritos histéricos donde nadie se atreve a decir una sola verdad. Un país en el que se falsifica la historia imponiendo una verdad oficial que es tan engañosa como todas las mentiras del pasado. Sí, ese es nuestro futuro. O mejor dicho, nuestro presente.

Siento el pesimismo, y más aún en un día de jolgorio y risas y fiestas. Pero la cosa pinta mal. Y no me extrañaría que el responsable de todo esto -o uno de los mayores responsables, nuestro amado Frankenstein- acabe ganando de nuevo las elecciones. Sí, amigos, 2023 puede ser un año peor aún que 2022. Feliz año, sea como sea.

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