Toma y daca

En todo lo que rodea a las decisiones emanadas de la política, la gratuidad es prácticamente inexistente

La letra de una canción de hace algo más de seis décadas recogía la decisión de alguien de que no descansaría hasta saber qué había tras una puerta verde. Todo era porque no podía dormir, por el sonido de un piano y las risas que escuchaba. Este tema rockero tuvo mucho éxito y, para los que no la conozcan, les diré que, como era de esperar, se titulaba La puerta verde. Simbólicamente hablando, hay que reconocer que somos muchos los que no queremos descansar hasta descubrir qué habrá detrás de esas expresiones grandilocuentes de convivencia, concordia o reencuentro, empleadas por Pedro Sánchez y repetidas por sus ministros para justificar la concesión de los indultos. Las reacciones habidas por los independentistas catalanes han evidenciado que dichas palabras no han sido respaldadas con hechos, sino todo lo contrario. Además, resulta impensable que el Gobierno asuma el desgaste que está sufriendo a cambio de nada. En política, la gratuidad es, prácticamente, inexistente. Lo habitual en ella es el toma y daca. Por eso, es perfectamente comprensible que se especule sobre si, por parte del PSOE, se ha puesto sobre la mesa asuntos tales como el apoyo de ERC a los próximos Presupuestos Generales del Estado, y a varias iniciativas del Ejecutivo; así como, por el lado de este último partido, una lista de reivindicaciones que podrían ir, entre otros, por la congelación de la reforma de ley de sedición o la eliminación de este delito para que, de momento, Puigdemont no pueda volver a España -si es que no quiere que lo detengan-; la posibilidad de una amnistía, especialmente, después de la modificación de la citada ley o de su desaparición del ámbito jurídico; la celebración de algún tipo de referéndum que los dote de argumentos políticos para sus objetivos como podría ser una consulta pactada acerca de la autodeterminación; o un aumento de inversiones en Cataluña. Cada una de estas cosas o todas son muy posibles de haberse contemplado o lo han sido casi seguro. Por supuesto, no puede impedirse que se hable de estos temas si es que hay que hacerlo, desde una perspectiva democrática; pero existen factores que originan preocupación: el cómo se aborden y a qué acuerdos se llegue; a los que habría que añadir la absoluta falta de credibilidad de Sánchez -no te puedes fiar nada de él- y su ausencia de escrúpulos para forzar o alterar normas, con la sola pretensión de que todo responda a sus conveniencias e intereses particulares. Muy lamentable y a saber qué nos espera.

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