Tiempos de dogmatismo

Lamentablemente, se está arrojando a la basura cualquier tentación cartesiana

Anadie le gusta que las cosas le salgan mal, tanto en asuntos nimios como en importantes; pero eso no significa que nos afecte por igual a todos. El malestar depende, en gran medida, del valor otorgado al resultado y del grado de estoicismo que se adopte. A partir de ahí -a veces, sin dilación- aparece el mecanismo de hacer atribuciones causales, y nos preguntamos si la responsabilidad ha sido nuestra, del exterior o del azar. En este aspecto, hay quienes tienen estilos que tienden a uno de esos elementos de la triada expuesta. Cada uno presenta sus pros y sus contras, en función del cuándo y el cómo lo apliquemos. Pues bien, uno de los mecanismos frecuentes que se utiliza y que es fuente de muchos problemas y tensiones es el de aducir razones ajenas para explicar el porqué de lo que fuera que no acabó con éxito, a pesar de que la evidencia pudiera dejar patente que por nuestra parte no se hizo todo lo posible, de que no teníamos razón, de que nos embarcamos en un sinsentido o de que otro u otros eran mejores que nosotros. Llegados a este punto, algunos cruzan una línea roja y buscan algún chivo expiatorio al que cargar toda la culpa, figura que puede ser encarnada en personas o concretarse en ideas o creencias. En este último caso, aquellos que no estén de acuerdo con tal conclusión o señalamiento se ven sometidos a una estigmatización, por considerarlos como la plasmación material de dichas ideas o creencias, convirtiéndolos en dianas sobre los que lanzar dardos o disparar para dañarlos o destruirlos -si no puede ser físicamente, sí psicológica y socialmente-. En este contexto de quienes cruzan esa frontera, el dogmatismo campa a sus anchas, y sus opiniones y visiones particulares o de los grupos afines las convierten en verdades incuestionables, so pena de caer en sacrilegio, aunque lo sea en versión laica. Ninguna duda tiene cabida, arrojándose a la basura toda tentación cartesiana. Este fenómeno siempre ha existido; no obstante, se dan épocas en los que se asienta con una mayor fuerza y preponderancia y, lamentablemente, parece que la actual es una de ellas. Lo vemos en política y en movimientos que no admiten el más mínimo comentario crítico, de forma que cuando alguien lo hace intentan enfangarlo, procurando su hundimiento con calificativos despectivos, falacias, insultos y ridiculizaciones, pues están instalados en un fundamentalismo propio de mentes de pocos vuelos y con credo autoritario. Examinen un poco y detectarán a quienes me refiero.

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