Ciertamente la actualidad no nos es precisamente benévola sino todo lo contrario. El verano y sus consecuentes nos traen tórridas muestras de desavenencias y sinsabores. La mayoría sirven al gobierno de turno para solapar otros conflictos de más grave trascendencia y maniobras en la oscuridad que empiezan a ser preocupantes. Y todo ello aunque opaque circunstancialmente su trascendencia, provoca zozobras y sobresaltos para todos. Uno de ellos es el clima de tensión y de violencia que se vive en las calles del que el incalificable y brutal asesinato del joven Samuel Luiz, un auténtico linchamiento multitudinario, ha suscitado las lógicas polémicas y ha elevado el tono de las preocupaciones sobre este tipo de sucesos que pueden ocasionar los tumultuosos encuentros que surgen a diario en muchos lugares y la transgresión flagrante de prohibiciones como son los botellones ilegales que no se deben permitir. Un halo siniestro de odios de diversas tendencias se manifiesta a veces en estas peligrosas aglomeraciones.

Cuando otra de las grandes polémicas parece ir perdiendo esa tensión inicial, como la fue la concesión de los indultos a los condenados por el proceso soberanista de Cataluña - debiéramos analizar quienes y cuantos han votado a su favor en las encuestas realizadas en toda España -, resulta que los nacionalistas no cesan en sus ínfulas separatistas a pesar de cuantas concesiones y gracias les otorga el ejecutivo central, incluidas las injerencias intolerables e inconcebibles intromisiones en el régimen fiscal de otras autonomías que tienen rebajados o anulados determinados impuestos. No hay día sin que prodiguen a diestro y siniestro su manifiesta deslealtad a nuestro marco constitucional.

Por si faltara poco la incompetencia mostrada por algunos miembros del gobierno y su falta de tacto político, en los últimos días surgió la polémica del consumo de la carne en España, promovida por el inefable e innecesario ministro de Consumo, Alberto Garzón, que encendió la indignación entre los miembros de su gobierno, agricultores, ganaderos y los propios ciudadanos. Un chuletón de ministros puede parecer una respuesta bastante contundente. Al menos lo fue en esa comunicación inesperada, sorprendente y sin preguntas, por la que se eliminaban un buen número de puestos ministeriales y se otorgaban otros, sin reducciones, que era lo recomendable. Otras contingencias igualmente preocupantes en las actuales circunstancias solapan, sin embargo, incertidumbres más alarmantes.

Porque esto, con ser importante y decisivo, no deja de ser otra estratagema disuasoria cuando hay anuncios inquietantes de por medio. ¿Ha pensado el ciudadano en la trascendencia y gravedad del proyecto de ley de la Seguridad Nacional que otorga unas atribuciones al presidente del Gobierno, propias de sistemas oligárquicos y dictatoriales, que determinarían decisiones del jefe del ejecutivo muy comprometedoras para la pluralidad democrática y el Estado de Derecho?

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