Solo la educación y la cultura pueden salvar al mundo". Este titular tan impactante aparecía en la cabecera de una entrevista a la escritora senegalesa Aminata Sow Fall (Saint Louis, 1941). Y además, la autora de El imperio de la mentira añadía otro dardo: "Y el respeto por los demás". Para ella su obra es "como una especie de apología del respeto a todos sea cual sea su género y condición social". Una defensa del ser humano, una exploración del ser humano sin partidismos.

El artículo que Alberto Manguel publicó hace solo unos días en el New York Times me trasladó a la infancia. Al momento exacto en el que descubrí los libros de Alejandro Dumas y su contenido. A partir de ahí llegaron Julio Verne, Emilio Salgari, Dickens y otros muchos autores que sumergían la ilusión de un niño en un universo de vida, de vida real, de vida con descubrimientos. Como dice Manguel la literatura puede hacernos mejores. Y lo hace.

El fin último de la literatura debe ser la exploración del alma humana. Sí, han leído bien. Y esa exploración debe realizarse por parte del autor, sea mujer o sea hombre. Y el lector se manifiesta como un protagonista más de dicha exploración. Cervantes dejó escrito un compendio de la más alta moral, el reflejo fiel del hombre en su más completa decadencia. La imagen de una sociedad, la de su época.

El mundo clásico nunca pierde vigencia porque el mundo clásico es universal. En la actualidad hemos pasado de las categorías a la neurosis colectiva. Cervantes, los clásicos, trataron las categorías y escribieron sobre ellas. Ahora todo es neurosis, banalidad. La literatura, el periodismo o la creación se fundamentan en las anécdotas. Y las anécdotas son incapaces de explorar el alma humana. Incapaces de salvar al mundo. Incapaces siquiera de defender el alma humana.

Cuanto más parcelemos al ser humano menos capacidad de exploración tendremos. Cuanto más cerrados estemos en la defensa de una parcelación del ser humano, más ignorantes nos volveremos. Mujeres y hombres, seres humanos todos, con el mayor respeto, sin fanatismos, eliminando nuestra ceguera hacia los demás, sea cual sea su sexo o condición, con responsabilidad y empatía, sin odio ni violencia, con bondad. Unos investigadores británicos han probado científicamente y por primera vez en un laboratorio que la realidad no existe. Su experimento de Física Cuántica acaba de demostrar que la naturaleza misma de la realidad no es objetiva. Tal vez, con nuestros actos, lo que no es objetivo es nuestro comportamiento.

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