Reproche moral

El narcotráfico es mucho más que un juego entre el gato y el ratón, entre los cuerpos de seguridad y los traficantes Amianto

Manifestación en Barbate.

Manifestación en Barbate. / EFE (Cádiz)

Más allá del cumplimiento de las leyes, para que una sociedad se pueda considerar humana debe contar con otro código, el que obedece al respeto hacia sus habitantes, especialmente a los más vulnerables. Cuando todo funciona en exclusiva por el miedo a las consecuencias penales, entonces las sociedades se embrutecen, lo que es el caldo de cultivo ideal para los totalitarismos. Dejar todo sólo al que no me pillen, incentiva el que, si haces algo que pone en riesgo la vida de los demás, te permitas volver a repetirlo si ya lo has hecho antes y no ha tenido ningún reproche.

La otra derivada de este dilema es la escala de valores por la que una sociedad se ordena. Si el dinero y el prestigio están en la cúspide, cualquier otra consideración quedará relegada a unos cuantos utópicos y quijotes. Por lo tanto, si la referencia hacia las generaciones futuras consiste en conseguir el máximo número de cosas o pretender vivir del lujo, más allá de la cultura del esfuerzo y del trabajo honesto para llevar una vida digna, si los ídolos y los líderes sólo piensan en sí mismos, todo se vuelve egoísta y el espíritu colectivo se pierde.

El narcotráfico es mucho más que un juego entre el gato y el ratón, entre los cuerpos de seguridad y los traficantes, es mucho más que eso, es la lucha contra la ruina social. Más allá de la condena de cárcel, la sociedad entera debería pararse y expulsar a quienes se dedican a echar abajo la vida de los demás. La droga provoca la más absoluta destrucción, convierte a las personas en esclavas, pierden su dignidad, destroza familias, pero, lo más detestable, es que rompe la inocencia de los más pequeños, que se creen que es normal vivir así y que todo lo demás no interesa. Corrompe los cimientos de la convivencia, bien por la tentación, bien por la extorsión o la amenaza. No podemos consentir que, por el enriquecimiento de unos pocos, tengamos legiones de muertos en vida. Y ahí hay muchos cómplices, los que callan, los que se aprovechan, los que venden caro y los que miran para otro lado sin preguntar la procedencia que todo el mundo sabe

Es necesario un rearme moral, que haga pequeño a quien se cree grande sólo porque piense que puede comprarlo todo, e incentive a quien pretenda vivir de su trabajo, criar y enseñar a sus hijos a vivir honradamente y dejarles un mundo mejor, acompañando a quien sufre y a quien más lo necesite, sin que nadie se quede atrás.

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