La otra orilla

VÍCTOR rodríguez

Amianto

Hay problemas que se crean y luego no se sabe cómo resolver. El amianto, o el fibrocemento es uno de ellos. Durante años se llenaron las casas y, sobre todo, las naves industriales, de este tipo de tejados y tuberías, no era una excepción, era lo más habitual. La uralita, como se ha llamado popularmente, estaba asociada a viviendas de mala calidad, para aquellos que no podían costearse un tejado de obra, con su teja o terraza plana. Horrorosas contra el calor y frías en invierno y, además, altamente peligrosas para la salud.

Si de algo tan presente, sobre todo en los polígonos y barrios más humildes, se nos advierte de su potencial peligrosidad, tendría que facilitarse su retirada por aquellos que durante años han permitido su fabricación, transporte o han dado licencias de obras para su incorporación a las construcciones, de hecho, hasta el 2002 era legal hacerlo.

A la gente le cuesta mucho trabajo entender que eso que tienen tan cerca sea tan dañino como dicen y resulta habitual encontrarse restos de este tipo de material en cualquier descampado o improvisado vertedero. Si contactas con una empresa especializada en su retirada, los precios no son baratos y están sometidas a muchas limitaciones, como el estudio del estado del material o el tiempo en que puede estar expuesto el equipo que lo manipule.

Como en otras tantas cosas, la dejadez por parte de quienes tendrían que velar por nuestra salud, siendo conscientes de que es algo común y generalizado, se desentienden y obligan a que cada ciudadano tenga que buscarse la solución. Conozco casos en que la retirada de un tejado de uralita cuesta más que el valor de la nave o casa. Paradójicamente, mientras no se toman medidas con garantías por parte de las autoridades (ni se te ocurra aparecer con este material en la puerta de un punto limpio), el vertedero de Nerva ha recibido más de doce mil toneladas de este material cancerígeno procedentes de un astillero de Montenegro que iba a ser reconvertido en puerto de yates de lujo.

Urge darle una solución a este problema tan cotidiano y presente. Facilitando recursos y subvenciones, como, por ejemplo, las que existen para la instalación de placas solares, que den respuesta, sencilla, ágil y barata. Los ciudadanos no son los responsables de esta situación, y tener un tejado roto con amianto no debería convertirte en sospechoso, sino más bien, en víctima de lo que otros no hicieron bien.

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