Adónde vas, España?", esto es lo que muchos se preguntan tras el resultado de la sesión de investidura y los acuerdos que para lograrla ha pactado el presidente Sánchez, con quienes fundamentalmente han facilitado su mandato: Podemos y ERC, especialmente con este grupo ultranacionalista a cambio de su apoyo y que en principio pasa por la celebración de un referéndum -ahora lo llaman consulta- diseñado por los propios independentistas, retorciendo la Constitución o a espaldas de ella, comprometiéndose, según se ha publicado: "a bloquear en los tribunales los juicios por delitos separatistas", despenalizando el golpe de Estado o pagando "el apoyo de Bildu a la investidura concediendo las instituciones y el dinero que exige en Navarra". Como de otros temas que el centro y la derecha anunciaban en la actitud del candidato a la Presidencia del país, lo cual desataba la ira y condena de las izquierdas y sus socios nacionalistas, y luego se han ido cumpliendo, dado el talante del debate de investidura y la actitud de Sánchez -con su discurso prefabricado, reiterativo y malévolamente retórico-, que ni contestó a las preguntas de la oposición ni ha aclarado el fondo de sus acuerdos con ERC, ¿Quién nos asegura que no se saltarán todas las líneas rojas habidas y por haber? Hoy por hoy Sánchez es rehén de Podemos, Bildu, PNV y ERC.

La gran mayoría de los ciudadanos medianamente informados saben que comunistas y socialistas mantienen diferencias irreconciliables desde antiguo. A ello añadimos que un pacto con ultranacionalistas como ERC, PNV y proetarras de Bildu, empeñados en dinamitar la unidad de España, derruir la normalidad democrática de 1978, la Constitución y la Monarquía parlamentaria, son todo un atentado contra el sistema constitucional vigente. Uno tiene que restregarse los ojos e inyectarse altas dosis de evidencia o realidad para comprobar que ideologías que se proclaman universales y de Estado, pactan con trasnochados y anacrónicos arcaísmos nacionalistas. Y todo ello con una amplia indiferencia, un absentismo cobarde y un sinfín de adhesiones de corifeos acomodados y paniaguados mediáticos. El ultranacionalismo, excluyente, insolidario, supremacista, proceda de donde proceda, se invista de cualquier ideología, adopte los colores que quiera, no deja de ser puro fascismo y por lo tanto abominable. Como es intolerable que, según Rufián, se califique de "golpe de Estado de la Junta Electoral Central" la inhabilitación de Torra, que no sólo es un insulto, una infamia a la Justicia sino también una falaz manera de desacreditar y faltar a la honorabilidad de sus componentes. Pero si como ha dicho Sánchez: "Hay que dejar atrás la judialización", el desafío moral es realmente alarmante. El Congreso fue una vez más el retablo de las mentiras. Y lo peor es que muchos se las creen, las propagan, las aplauden -la Cámara Baja a veces nos recordaba a Corea del Norte- y las votan.

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