La ley nos hace a todos iguales”, dice el fiscal de la película “El juez” (2014), de David Dobkin, Preguntamos a la opinión pública si es así en España, pero será difícil salir de un vocabulario limitado, donde abundan las imprecaciones, las palabras malsonantes, dichos de grueso calibre u otros engendros verbales y expresiones tan repetitivas como “super” (todo es “super”) “brutal” o “es surrealista”. Alguien debía decirle a esos ignorantes, incluidos muchos informadores y tertulianos, qué es surrealista y su auténtico significado. Resulta arriesgado inquirir sobre la igualdad de todos los españoles, cuando el propio gobierno y, por supuesto, sus socios, contradicen a diario este principio fundamental del Estado de Derecho. ¿Qué país es éste que su propio rey – en su impecable discurso de Navidad – pide el respeto y defensa de la Constitución porque hay dirigentes políticos que pretenden demoler lo que nobles y ponderados predecesores, mucho más competentes que ellos, forjaron hace más de 45 años y se mantiene con prestigio y prosperidad para el país hasta nuestros días?

Podemos seguir preguntando cuando contemplamos con amargo estupor que sea posible permitir por ley legalizar los insultos, oficializar las injurias, despenalizar las ofensas al Rey, el enaltecimiento del terrorismo y de los terroristas y los actos que humillen a sus víctimas. Una nueva ley que permita la vejación que ha comenzado a trmitarse en el Congreso de los Diputados auspiciada por Sumar y los partidos de izquierda y, por supuesto, de nacionalistas y separatistas. Es una disposición que en un régimen de convivencia democrática – en el que suponemos nos encontramos - resulta de una gravedad realmente notable e inadmisible. Si se puede insultar al Rey, quemar la bandera de España, pitar el himno nacional y cualquier otra barbaridad por el estilo ¿qué ocurrirá cuando se haga lo mismo con las enseñas autonómicas o sus mandatarios?

Otra de las infamias perpetrada dentro de la anómala situación que vive la política española se ha consumado en la alcaldía de Pamplona donde una vez más se incumplen las promesas por parte de cuatro concejales socialistas, entregando a Bildu la alcaldía de la capital, gobernada hasta ahora por UPN, traicionando cuanto prometieron, permitiendo que el apoyo del partido proetarra asegure el mandato de Sánchez y, mucho nos tememos, que pueda ser la antesala de ese anhelo largamente mantenido y expresado – que la banda terrorista nunca ocultó - de incorporar Navarra a su proyecto de una Euskal Herría independiente, un paso más en el desmoronamiento de España que pretenden los nacionalistas.

Hemos llegado demasiado lejos y las perspectivas son imprevisibles si el presidente de Gobierno sigue siendo rehén de independentistas, soberanistas excluyentes y golpistas, abertzales y otros compañeros de viaje que tienen de progresistas – así se proclaman – lo que yo de monje cartujo, con todos mis respetos para esta Orden, admirable y piadosa.

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