
La ciudad y los días
Carlos Colón
Torre Pacheco, un aviso
Escribo esta columna en el tren que me lleva desde San Petersburgo a Moscú, y, mientras la edificación urbanita se retira y van apareciendo el verde de esta tierra tan húmeda, los cientos de canales navegables o no, los terrenos amarismados, zonas de regadío por doquier, líneas eléctricas de alta tensión, fábricas y fábricas vaya usted a saber de qué, pueblos, almacenes gigantescos… y todo lo existente coronado por el capote gris de las siempre presentes nubes, pienso, a pesar de la distancia, en España, y cómo no, en las elecciones.
En cómo es posible que nuestros líderes políticos nos hayan metido otra vez en un proceso electoral por puros intereses partidarios. Y algunos lectores no lo creerán, pero si me detengo a meditar sobre el tema siento vergüenza; sí, vergüenza de que en España los partidos políticos llamados a ser Gobierno u oposición, en su caso, solos o en coalición, estén liderados por personas de tan poca entidad ética, política y con capacidades dudosas y hasta discutibles para dirigir y coordinar la tarea que supone gobernar un país transigiendo, es decir, acordando un programa de mínimos, de cuestiones de Estado, de factores esenciales…
Y lo digo así, a secas, sin empacho alguno, con la perspectiva que me da encontrarme en estos momentos a más de cuatro mil kilómetros de distancia.
Las mayorías absolutas parecen haberse perdido por siempre en Europa; lo de España hasta hace bien poco era una excepcionalidad y esperemos que tarde en recuperarse el bipartidismo, porque, se desee o no, las coaliciones de gobierno -sustentadas sobre acuerdos programáticos en políticas esenciales en las materias que fueran menester, ya sean en políticas sociales o asistenciales, climatológicas, de interior, defensa o posicionamiento internacional- son más representativas, a mi entender, que si están basadas en lo recogido por un solo partido que gobierna imponiendo su rodillo guste o no, siendo como es, dejémoslo claro, completamente democrático si ese ha sido el deseo expresado en las urnas por el pueblo soberano.
Pero, realmente lo que me choca y mucho, es tener la certeza, no sé por qué absurda intuición, de que vamos a elecciones porque cuatro mosqueteros, poco duchos, y con un ego más grande que su inteligencia, nos llevan a esta circunstancia por intereses personales o político partidistas. No por el bien de España, no. España lo que necesita con urgencia es un Gobierno. Que nos dejen de cuentos.
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