Penoso y vergonzoso

La discriminación por edad está muy arraigada y se ha hecho palpable con ocasión del coronavirus

Cuando el año pasado observaba la admiración que despertaba Greta Thunberg, de 16 años, tanta que altos mandatarios se hacían fotos con ella y que se le recibió en Madrid, durante la Cumbre del Clima, con un fervor desbordante, me quedaba sorprendido y me hacía cuestionarme algunas cosas. Una de ellas era la imagen que se daba, como si no hubieran activistas contra el cambio climático de edades más avanzadas y que tuviera que ser una joven la que liderara la lucha. Obviamente, eso era y es falso. Concluí que era una muestra más del edadismo reinante, lo que no significa que no resalte la importancia de que los jóvenes se preocupen, manifiesten y movilicen por este y otros asuntos. Por desgracia, esa discriminación por edad está muy arraigada y se ha hecho palpable con ocasión de la pandemia provocada por el coronavirus. Aparte de que aquí, en un principio, se pasaba del tema porque estaba en China, una vez que se iniciaron los contagios era frecuente escuchar que había que estar tranquilos porque eran pocos y que a quien afectaba de manera letal era a personas mayores o, más directamente, a viejos. De verdad, ¿había que estar tranquilos? ¿Acaso quienes así se manifestaban otorgan menos valor a la vida a medida que alguien es más añoso? ¿Da igual que un fallecido tenga más de sesenta y cinco años y, no digamos, de ochenta? ¿Y si es la madre o el padre de uno, sigue dando igual o en este caso sí pero si son de otro no importa?

Quiera que no ese mensaje ha propiciado en bastante gente una mayor relajación en las medidas preventivas o, incluso, una negación del peligro. El razonamiento era algo así como que si no se pertenecía a la población de riesgo se podía continuar con la vida habitual de apretones de manos, besos, abrazos, contactos sociales, aglomeraciones, ir de copas, fiestas y, en más de uno, la dejadez en seguir unos hábitos de higiene elementales, como es el lavarse las manos -y eludo ahora poner ejemplos-. Aunque fuera cierto, que no lo es, que únicamente la mortalidad se diera entre longevos, absolutamente todos debemos intentar parar la pandemia. Imagino el dolor inmenso de esos hijos y familiares que han perdido a sus seres queridos, como los que han fallecido en diversas residencias de ancianos. Quizás, por esta constatación de edadismo, la OMS se haya visto obligada a advertir que este virus no solo mata a gente mayor; que un número significativo de jóvenes ha muerto. Es penoso y vergonzoso. Por el bien de todos, todos debemos contribuir.

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