No sé si alguna vez han tenido la fortuna de dirigir a un equipo aunque haya sido el más chico de una cantera. Cuando uno tiene entre manos a jugadores -ni los más pequeñitos son inocentes- que se intuyen ganadores y saben que van a vivir en lo alto de la tabla sus entrenadores, en pretemporada o en mitad de la competición si es menester, tratan de buscar rivales mucho más fuertes a los que enfrentarse (incluso de categorías superiores o de otras provincias si es necesario) para bajar los humos al personal y subir el nivel de autoexigencia de cara a una probable clasificación al campeonato regional o nacional de turno porque, ay amigo, allí no hay acomodo posible y los enfrentamientos son contra escuadras que, como te despistes, te aplastan y te pasan como aviones.

Salvando las distancias y viendo la tónica del Decano a lo largo de tantos partidos a algo de lo anterior me recuerda su andadura en liga: creo que si llega un buen sopapo a tiempo (aparte de los recibidos, jornada tras jornada, por el Antequera) éste nos haría más bien que mal. No somos pocos a los que nos asaltan las dudas y preocupaciones sobre cómo reaccionarán los nuestros cuando ya no se juegue con red y se visite, en apenas un mes, un campo donde desde que se bajen del autobús van a ser recibidos con un cuchillo entre los dientes hasta por el que les va a abrir la puerta de los vestuarios. La evidente falta de ambición para pisotear a algunos rivales cuando estos estaban muertos (“conformismo” lo llamó el propio míster del Utrera el domingo), hecho que ha provocado más de un disgusto, genera nebulosas sobre el nivel de competitividad cuando lo normal, quizás, sería que no existieran tantas incógnitas siendo quienes somos y estando donde estamos.

Quiero autoconvencerme de que ahí dentro nadie es tan inocente, ni tan creído ni va tan sobrado como para pensar que, dando el nivel global que damos desde, prácticamente, esa vergonzosa derrota en Torremolinos, podemos salir airosos esta temporada. Hace justo un año nos citábamos en la fuente y allí, como ya dijimos, nos tenemos que volver a ver como sea. Si eso pasa entonces toda duda estaría de más y a mí me encantaría, no se imaginan cuánto, que los exitosos protagonistas se rieran de absolutamente todos mis miedos… hasta la eternidad.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios