Uno se pregunta si el ciudadano es consciente del lastre que dejará este gobierno, se quede o no en el poder, en el que ha entronizado a unos adanistas que nos han llevado hacia atrás. Llegaron para asaltar los cielos, tomar el Palacio de Invierno, la Moncloa, y lo consiguieron. Y de inmediato trataron de imponer las señas de identidad de sus raíces, sus genes más inconfundibles, su fundamentalismo populista, exigiendo los poderes máximos del Estado, los resortes férreos de la autocracia y el dominio de los medios de comunicación, con la televisión a la cabeza. Reclaman una vez más el hundimiento de la prensa libre que tanto temen y odian - control y censura informativa, ausencia de noticias libres e independientes, prohibición de publicaciones sin revisión previa - como Putin, como los nacionalistas catalanes o los proetarras de Gara. Eso con el regusto indisimulado de muchos profesionales de la información, donde abundan los paniaguados, voces sumisas de sus amos. Incluso de aquellos que atacan supuestamente al gobierno y le avisan de los riesgos que corre, para añadir siempre, la nostálgica adhesión a un pasado que añoran irremisiblemente. En estas páginas lo advertimos a menudo.

Cada día resulta más ominoso, terriblemente dramático y arriesgado, ese lastre, ese legado nefasto e indeseable. El resultado irremediable de esa disparatada ley del "sólo el sí, es sí" que ha rebajado las penas de 978 violadores y pederastas y ha excarcelado a más de un centenar de ellos, cuyas sentencias seguirán firmes pese a que se reforme esta infame y chapucera ley, aprobada por el gobierno y refrendada por las Cámaras, pese a los informes negativos de los preceptivos órganos de consulta que así lo dictaminaron revelando la perversidad de la norma auspiciada por el grupo podemita, como después se ha demostrado.

Otra clara prueba de esa funesta y ominosa imposición de Podemos en el ejecutivo ha sido el escandaloso ridículo protagonizado por el gobierno en la marcha de Ferrovial a los Países Bajos, vulnerando el ejercicio de libertad económica en la que se mueven las empresas y los ciudadanos de este viejo continente. Una muestra más de ese intolerable intervencionismo, de esa vergonzosa injerencia, de ese descarado abuso intrusivo que cada día ejercen con creciente arbitrariedad nuestros dirigentes. Todo ello acompañado de inadmisibles insultos, vejaciones y amenazas especialmente de la Sibila económica del gobierno, la Sra. Calviño. También se ha ido Mediaset y nadie ha dicho nada.

Y aunque el gobierno trata de tranquilizarnos sobre la presunta paz octaviana en Cataluña, el Sr. Aragonés activa el proceso independentista presentando al Estado un referéndum en 2024. Se renueva el chantaje y se sobrecarga el lastre. Y Doñana, una explosiva polémica electoral. Podríamos recordar las 12 obras que Sánchez prometió para abastecer el parque y que nunca ejecutó. Si exceptuamos el millón de euros que destinó a Las Marismillas, su palacio de vacaciones.

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