Ahora ya sabemos que la subida del salario mínimo interprofesional no nos ha llevado a la hecatombe. Pese a los augurios catastrofistas, el histórico incremento no ha tenido efectos negativos sobre el empleo, ni ha aumentado la desigualdad ni ha disparado la inflación. Todo lo contrario, ha generado menor conflictividad y mayor consumo, por lo que a la larga resulta una medida beneficiosa para la economía. Así lo habían pronosticado también decenas de estudios económicos y hasta algún Premio Nobel, pero a estos no les habíamos creído. Lo que había calado era el falso mensaje del hundimiento de la economía del país por culpa de los asalariados, aunque sólo el 6, 2% de los trabajadores cobren esos 900 euros.

Me sirve este ejemplo para recordar otros bulos que, a fuerza de ser coreados, se convierten en dogmas. El neoliberalismo, crisis mediante, demonizó el déficit para siempre jamás, estableciendo que era el mayor enemigo del país; los racistas se han amparado desde hace mucho en premisas económicas para cerrar fronteras, asegurando que los inmigrantes vienen a quitarnos el trabajo y van a acabar con nuestro Estado de bienestar; los machistas hablan de dictadura de género subvencionada y afirman sin pudor que las feministas viven de las ayudas públicas… Más, para completar el mapa: las pensiones son insostenibles, el alquiler se regula solo, el impuesto de sucesiones nos afecta a todos... Y no se me olvidan otros estribillos, viejos mantras de la desinformación y el desconocimiento: sobran funcionarios y vaya lo que ganan los políticos.

Investiguen, contrasten, debatan, y verán que detrás de estos bulos solo hay humo y medias verdades. La falsificación informativa dio por buenas las armas de destrucción masiva o convenció a los ingleses de que Europa les perjudicaba, por recordar otros casos. A estos engaños de siempre se les llama ahora fake news, y tras ellos siempre hay alguien que se beneficia y no duda en realizar inversiones potentes para cambiar nuestras percepciones. Entre tantas cosas que dependen de Europa habría que exigir una legislación acorde con estos tiempos de posverdad: si se sigue el rastro del dinero se evitará que la manipulación sea tan palmaria. Y tan impune. Mientras tanto, siempre queda la herramienta de siempre: armarnos de pensamiento crítico, cuestionar los intereses, buscar medios alternativos. Desintoxicarnos. Sigue habiendo espacio para la verdad.

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