Es ostensiblemente notable que el partido socialista tiene muy mal perder y difícilmente reconoce el éxito de sus adversarios. Así ha sido tras las últimas elecciones autonómicas y municipales con reacciones realmente inconcebibles – el propio presidente atribuía su fracaso a una feroz campaña mediática promovida por los “medios de la derecha y del gran capital”, como si las decisiones del electorado no importaran - y lo ha sido después tras ciertos acuerdos y alianzas del Partido Popular con Vox. Resulta inaudito, por no decir asombroso y desconcertante que, tras la rápida alianza entre ambos partidos en Valencia, irrumpieran en tromba y airadamente miembros del gobierno socialista y del partido calificando el pacto de “barbaridad”, “algo inconcebible”, “traspasar una línea roja muy grave”, blanquear la violencia de género, abochornante, cínica y vergonzosa y que sólo pretenden gobernar” aunque quien se siente a negociar “esté condenado por violencia machista”.

Dentro de una línea de serena objetividad uno contempla, al menos atónito, estas consideraciones ante unos conceptos de un indudable cinismo cuando quienes los exponen – ministros y ministras - de una manera tan encolerizada y airadamente, gobiernan, pactan con los comunistas quienes en principio parecían quitarles el sueño y que tanto le han recordado después “Estáis aquí por nosotros”; con quienes organizaron en Cataluña un referéndum de independencia, la proclamaron, fueron condenados e indultados, forzando legalmente la abolición de los delitos de sedición y malversación; pactan con Bildu – que según el Delegado del gobierno en Madrid “ha hecho más por los españoles que todos los patrioteros de pulsera” -, herederos de los terroristas etarras, muchos de cuyos miembros condenados por delitos de sangre se inscribieron en las listas para la elecciones del 28 de mayo, mientras sus socios de gobierno miraban para otro lado y callaban con sospechosa complicidad.

Las contradicciones aumentan escandalosamente su gradación cuando el propio Otegui, no sólo le da la razón y apoya al Delegado del Gobierno, sino que amenaza con potenciar el separatismo y que si PP y Vox gobiernan España “van a producir independentistas a escala industrial”. Estas bravatas, estas petulantes provocaciones del jefe de los “ongi etorri”, como otras tantas que puedan proceder del ámbito separatista catalán o del disparatado radicalismo de la ultra izquierda cuando se apoyen acuerdos y alianzas entre ellos, resulta, al menos curioso, que resbalen, como el que oye llover, sobre la opinión de determinados medios del coro mediático favorable al poder, mientras critican con una compulsiva e histérica alarma y despavoridos aspavientos, los acuerdos que se firman entre populares y Vox. Lo que llaman despectiva y sañudamente “pactar con la ultraderecha”.

Todo esto son las consecuencias de una Ley Electoral que beneficia a esos pequeños partidos y perjudica a las grandes opciones electorales.

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