Uhay una canción de Frank Sinatra titulada: “I’m gonna sit right down and write myself a letter” (Voy a escribirme una carta a mi mismo). En este género epistolar que han adoptado algunos políticos, tras el precedente del propio presidente en su retiro espiritual del que muchos – ilusos ellos– esperaban su dimisión, me he convencido de que todos acaban imitando al genial cantante y actor. De una u otra forma todos contribuyen, tal vez algunos con su más fiel, sumisa y servil entrega, a lo que la misiva del propio Sánchez denunciaba: la degradación de nuestra democracia, que él con su personal sentido de gobernar, anteponiendo sus ambiciones personales a su misión fundamental de servir a su país, no es precisamente el modelo a seguir. En esta continua y obsesiva elucubración sobre las consecuencias de las elecciones catalanas, se habla muy poco de su baja participación y de la presunta derrota del independentismo – un espejismo del optimismo sanchista – y de la parálisis legislativa que padecemos y que muchos ciudadanos ni advierten, como muchas medidas arbitrarias que se toman, aparte de otras maniobras igualmente indeseables dentro de la arquitectura democrática en la que confiamos.

Y todo ello en una persistente y abusiva actitud autoritaria e intransigente que pretende colonizar la justicia, sanciona a los propios miembros de su partido que discrepen, caso Lambán en el Senado, no tanto respecto a Page, que disiente pero persiste en su posición ambigua y viscosa, amenazando a los medios informativos críticos con su gestión y gobierno. Como sus socios de Podemos que registrarán una ley para controlar los medios y “hacer frente”, dicen, a los bulos y “fake news”. Un burdo pretexto para ejercer sus ancestrales métodos dictatoriales. Y lo mismo que el presidente ha impuesto a las empresas una dura presión para que le apoyen en el caso de su conflicto con Milei, puede ejercer esa misma presión estratégica para que disminuyan su publicidad en aquellos medios que no le son afines. Demostrado está que sólo quieren adeptos incondicionales como los que entrevistan al presidente o esos otros que, disponiendo de una audiencia máxima, optan por una información precipitada, fragmentada y a veces tendenciosa con una de cal y otra de arena. Los que han puesto de moda citar por cada corresponsal o reportero el nombre del presentador del informativo, de tal forma que a lo largo del mismo se le nombra hasta el aburrimiento. Y lo peor es que otros lo copian.

Y otros, los voceros nostálgicos de otros tiempos y otros gobiernos – en estas páginas los podemos leer a menudo –, que hacía tiempo no veían ganar unas elecciones, ahora, tras los comicios catalanes en que han vencido, pero no pueden gobernar en mayoría, se apresuran a mostrarse histéricamente alborozados, precipiándose a proclamar la derrota del llamado “procés” y el establecimiento de una feliz convivencia que convierte a Cataluña en una especie de Arcadia dichosa y venerable.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios