Difícil, espinosa y complicada esta fecha para componer una columna aunque uno pretenda supeditarse singularmente a las jornadas tradicionales que nos disponemos a celebrar. Fecha decisiva y muy significativa para los destinos de España por mucho que pretendamos abstraernos en esta dinámica festiva de la celebración inmediata, extraordinariamente avanzada por luces, proclamas comerciales y aspavientos múltiples que apresuran el ambiente navideño. En este laberinto político en el que nos han metido estos desaprensivos e insaciables nacionalistas, entre tantas y tantas reflexiones inevitables, uno recuerda lo que escribía Tácito, el historiador y político romano, "Para los que tienen afán de poder no hay término medio entre la cima y el abismo".

En ese término medio de moderación, estabilidad y libertad de criterios han ido pasando jubilosamente esas jornadas propias de los Gozos de Diciembre que en nuestra capital y provincia se visten de diversas celebraciones de rica y arraigada tradición -véase nuestra Guía Navideña o Vivir en Huelva-, reminiscencias entrañables y populares, símbolo de la purificación de las almas y quema de malos augures -que abundan en estos días-, gamonitas rocianeras, fogatas zalameñas, rehiletes aracenenses, candiles, belenes, zambombas o zambombás, hogueras rocieras, y coros de mayores y pequeños, emotiva rememoración de las viejas pastorelas.

Por mucho que algunos se empeñen con eufemismos risibles y significados engañosos pocas cosas cambian ni van a cambiar, a pesar de los embates que prodigan los enemigos de estas conmemoraciones, aunque sean los primeros en apuntarse a la holganza que proporcionan y a la vez a la diversión, jolgorio, jarana y comilonas correspondientes o arrimarse a nivel político para salir en la foto en cualquiera de esos festejos y celebraciones populares prodigados estos días, más veces buscando lucros personales que sensibilizarse con cuanto se solemniza y rememora: esas antiguas costumbres secundadas por el fervor popular, que no pierden a pesar de las inclemencias ideológicas de las distintas épocas, su esencia legítima perpetuada a través de los tiempos.

Porque la Navidad es esencial y fundamentalmente cristiana y religiosa con su arraigado trasfondo de júbilo por la Buena Nueva. En la celebración no caben olvidos ni indiferencias cuando la precariedad social y laboral en nuestro entorno y la situación que viven muchas familias no animan el despilfarro, el excesivo consumo, el dispendio desmesurado. Algunas actitudes de ostentación e hipocresía resultan provocativas. Los cristianos, sin renunciar al regocijo de la festividad, tendemos a la moderación y al gozo entrañable de la Navidad. Porque "si hacemos alegrías cuando nace uno de nos/ ¿qué haremos naciendo Dios?". ¡Feliz Navidad!

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