La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Fuerte como la muerte

Hoy y mañana Bach se da la mano con Gámez Laserna, Morales, Cebrián y Braña

Tarde o temprano hoy (si lo hemos merecido) y mañana (si ya hemos purgado nuestros pecados o aún lo estamos haciendo entre las llamas del azulejo del pajarito de San Pedro) será nuestro día. No toque madera: de nada sirve. Hoy y mañana son días para recordar el "Es ist der alte Bund: Mensch, du mußt sterben!" ("Es la antigua ley: ¡Hombre, debes morir!") del grave y esperanzado Actus Tragicus de Bach. El totalitarismo consumista ha impuesto Halloween. ¿Que exagero? Pruebe a no disfrazar a sus hijos más pequeños estos días cuando acudan a la guardería o al colegio: serán señalados como bichos raros y ellos mismos se sentirán así.

Los mayores pueden elegir, en la medida en que la imbecilidad programada y la inducción ambiental se lo permitan, pero los pequeños no. Y cuando no se puede elegir sin arriesgarse a pasar por un bicho raro se vive algo muy parecido a un totalitarismo.

Pero no es esta la cuestión: decía el clásico que es de necios esforzarse en vano y que Halloween devora con los dientones de la calabaza la celebración cristiana es un hecho consumado. La cuestión es recordar que hoy y mañana se conmemora a todos los santos y a los fieles difuntos, es decir, a cuantos quisimos y seguimos queriendo, y a todos nosotros algún día que, de todo corazón, les deseo llegue lo más tarde posible; y que cuando lo haga, ustedes y los suyos lo vivan y sientan en macareno.

¿Qué es vivirlo y sentirlo en macareno? Algo así como tener en una mano, la del santo dolor y las lágrimas redentoras que son la ofrenda de nuestro amor a los difuntos, Los muertos de Joyce: "Lágrimas generosas colmaron los ojos de Gabriel… Supo que ese sentimiento tenía que ser amor... Su alma se había acercado a esa región donde moran las huestes de los muertos... Su propia identidad se esfumaba a un mundo impalpable y gris: el sólido mundo en que estos muertos se criaron y vivieron se disolvía consumiéndose". Y en la otra mano, lo que el Catecismo de la Iglesia católica dice sobre el conmovedor misterio de la comunión de los santos: "Hasta que el Señor venga en su esplendor con todos sus ángeles y, destruida la muerte, tenga sometido todo, (…) la unión de los miembros de la Iglesia peregrina con los hermanos que durmieron en la paz de Cristo de ninguna manera se interrumpe". Si el Catecismo tuviera música, en estas palabras Bach se daría la mano con Gámez Laserna, Morales, Cebrián y Braña.

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