Falta de unidad

Este Gobierno es especialista en culpar a los demás de la crispación que él mismo genera

Lo deseable durante la pandemia que vivimos es que hubiera habido unidad entre todas las fuerzas políticas. Hay razones más que suficientes, aunque destacan dos: la salud y la economía. Las dos han sido y están amenazadas, y ambas están interrelacionadas. Al margen de que la Covid-19 puede llevarnos a la muerte, en caso de sobrevivirla cabe la posibilidad de dejar graves secuelas y, en esas circunstancias, aparte de lo que eso representa humanamente, nos puede impedir trabajar o hacernos menos productivos. Por su parte, si la economía no funciona o lo hace deficientemente, se produce un aumento de la pobreza, situación que constituye un factor de riesgo muy significativo, precisamente, para la salud. En definitiva, la una como la otra se necesitan mutuamente. En la comparecencia de ayer, Pedro Sánchez volvió a pedir esa unidad en el Congreso al solicitar una sexta prórroga del estado de alarma. Lo consiguió pero con 155 votos en contra y 18 abstenciones. Si no se conociera nada de lo que sucede en España sorprendería esa falta de apoyo, pero apenas se tuviera algo de información se comprendería el porqué. Hay cuestiones fundamentales que lo explican, como son, entre otras, que el Gobierno de Sánchez e Iglesias viene aprovechándose de la coyuntura para tomar decisiones o introducir medidas que necesitarían de un mayor consenso, no son procedentes o son extemporáneos, como lo firmado con Bildu y Podemos para derogar íntegramente la reforma laboral. Asimismo, ha habido y hay un trato desigual con los partidos, favoreciéndose a los que apoyaron la moción de censura, especialmente al PNV y a ERC. También está la ausencia de diálogo con las comunidades autónomas, a cuyos presidentes ha ninguneado, que se enteraban por los medios de las medidas. Por otro lado, ha ocultado, manipulado y mentido sobre la realidad de la pandemia; por citar algo, se han visto muchos féretros de otros países y casi ninguno de aquí, como si no pasara nada. Y algo más, aparte de tediosas, las apariciones públicas de ambos líderes han sido provocadoras, irritantes, con tonos autoritarios y, a veces, chulescas, sobre todo las del vicepresidente, a quien refuerza Irene Montero. No es de extrañar que Financial Times o países europeos critiquen o desconfíen de España. La credibilidad de este Gobierno, especialista en culpar a los demás de la crispación que él mismo genera, está por los suelos. Esta es la consecuencia de cuando lo único que importa es mantenerse en el poder.

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