Espionaje global

Hemos puesto, voluntariamente, nuestra vida privada a disposición de grandes transnacionales

Primera noticia: resulta que La Liga en nuestro país se ha dedicado a usar los teléfonos de las personas que tenían instalada su aplicación oficial para espiarlas. En realidad lo que hacían, con el consentimiento del usuario del teléfono, era activar el micrófono y el GPS en horario de partidos, para descubrir emisiones fraudulentas, para descubrir si en tal o cual bar se estaba emitiendo un partido sin estar correctamente abonado.

Segunda noticia: Facebook nos ha salido con uno de esos globos sondas, y al parecer barajan la posibilidad de pagar a los usuarios que lo deseen, a través de una aplicación, para rastrear el uso que se hace del teléfono. Que por otra parte es algo que ya sabemos que se viene haciendo de forma más o menos legal desde hace tiempo.

Tercera noticia: crecen las ventas de esos aparatitos, llamados asistentes, que las grandes tecnológicas han puesto en el mercado, y que básicamente son un terminal conectado a la red, con micrófono y altavoz, al que puedes pedirle música, que te compre una pizza, que llame al taller o que te reserve entrada para el teatro.

Habría más noticias similares, pero creo que con esto basta para entender la gravedad de lo que está pasando con la invasión de las nuevas tecnologías, que han hecho la vida mucho más fácil, que han posibilitado una interconexión como nunca antes, pero que a cambio están tejiendo una red de espionaje legal o alegal de la que será difícil sustraerse. Tenemos varios micros y cámaras en casa, en el trabajo, los llevamos encima 24 horas, y descubrimos que pueden ser activados a distancia, que incluso es posible que nosotros mismos hayamos otorgado esos permisos, pueden oírnos y vernos, y posiblemente no tengan, a priori, intención de dañarnos.

Pero el grado de exposición es tal, y tan lejos de cualquier regulación o control, que no hay manera de saber hasta qué punto toda esa información no se vuelva contra los ciudadanos. La distopía del Gran Hermano de aquella película 1984 se ha quedado muy muy corta. Hemos puesto, voluntariamente, toda nuestra vida privada a disposición de grandes transnacionales, algunas de las cuales ya han sido acusadas y multadas por prácticas torticeras.

Es un hecho: no podemos saber si los micros y cámaras que tenemos alrededor no están siendo, en estos momentos, controlados a distancia. Hemos firmado para que eso pueda ocurrir. La ciencia ficción ya está en nuestras casas.

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