Esta columna debió publicarse hace una semana, pero fue precisamente el Jueves Santo pasado cuando vi el documental realizado por la Hermandad de la Esperanza, que, además de interesarme vivamente, como no podía ser menos, me conmovió profundamente. En este reportaje testimonial, que debieran ver todos los cofrades onubenses, se dice, acertadamente, que "se ha elaborado para que meditemos sobre los momentos duros que ha vivido nuestra Hermandad a lo largo de su historia. Nuestros antecesores sufrieron más que nosotros, pero aun así, llegaron los momentos de gloria". Es indudable que la Hermandad del Santísimo Cristo de la Expiración, María Santísima del Mayor Dolor, San Juan Evangelista y Nuestra Señora de la Esperanza, la Hermandad de San Francisco o sencillamente de la Esperanza, como notoriamente se la conoce, de popular arraigo y de profundas raíces en la devoción tradicional onubense, es una hermandad singular.

Éste documental, edición y textos de Abel Pascual, aporta, además de la importancia de su contribución testimonial, por las fotografías del entorno y la iglesia del Convento de San Francisco, al lado de la vieja cárcel, desde cuyas ventanas, dicen, los presos cantaban saetas al Cristo de la Expiración, de una Huelva en blanco y negro pero poseedora de todos los colores y matices del mundo, para bien y para mal, es, en su contenido sentimental, una expresión enternecedora, escalofriante a veces por la inevitable crudeza de algunas de sus imágenes. Fue "un desalojo sospechado y oscuro" que obligó a vivir a sus hermanos "un trance espantoso y dramático". Desahuciada de San Francisco por su derribo en 1963, la Esperanza iniciaría una diáspora dolorosa y cruel. La Virgen y el Cristo se trasladaron a la Catedral, desde donde salió por primera vez en 1964. Por reformas del templo en 1975 salió de la capilla de la Soledad sin palio por la escasa altura de la puerta. Al año siguiente vuelven a salir de la Catedral y en 1978 lo hicieron por última vez. La historia volvía a repetirse pero "no había donde ir". La Hermandad se recogió en un almacén de la calle Santa María, sintiéndose en la más angustiada soledad, "limosneando templos para dar cobijo a sus titulares". Hasta que un hermano piadoso los recogió en su casa de la calle Palos. A través de una ventana enrejada veían sus devotos sus amadas imágenes.

Pero la Hermandad "supo recomponerse del lance más duro jamás imaginado", porque "Huelva nunca perdió la esperanza" cuando "sólo cabían el desánimo y la desesperación". Y llegarían "Los tiempos de gloria" de "una Hermandad que perdona". Veo el bello rostro de la Virgen en la fotografía que me dedicó La Hermandad por mi "colaboración en la proyección" del cortometraje El cristal amarillo del realizador onubense Rafael Galán, ganador del Colón de Oro al Mejor Cortometraje en el Festival de Huelva de 1982, y pienso como de aquellas penalidades y de tantos esfuerzos hoy es todo esplendor y magnificencia.

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