Manuel González Mairena

Cuento de Navidad (i): Cosas de elfos

Enhebrando

Tendremos que confiar en que Papá Noel nos saque de ésta, no queda otra. Siempre con buena cara y en positivo

Tu hija ha vuelto a preguntarme si soy un elfo. ¿Y yo qué le voy a decir? ¿Cómo le voy a decir que sí, si no tengo ni trabajo? Soy un fracasado; llega Navidad y no estoy en la fábrica ni nada. Es que ya no hay trabajo para todos ni aquí, en el Polo Norte". "Tranquilo, nuestra hija no se da cuenta aún de lo que sucede. No te preocupes, seguro que nos recuperamos pronto. Mis padres me han dicho que pasemos la Nochebuena con ellos, y que se encargan de todo. Te parece…".

"Bien, claro. Casi que no queda otra. Dale las gracias. Al menos no faltará de nada en la mesa y disfrutaremos por un rato. Nos viene bien desconectar. ¿Y a ti, que no te he preguntado, cómo te ha ido por la fábrica de luces?". "Un día como otro cualquiera: empaquetando y empaquetando. Aunque a estas alturas ya se factura menos. Las luces de Navidad en estas fechas ya tienen menos salida, las calles y las casas ya están adornadas. Y la temporada tampoco ha estado muy allá, con el precio de la electricidad, cualquiera pone luces ahora. Dice mi compañera que lo mismo el mes que viene nos hacen un ERTE, y que a su marido en la fábrica de coches teledirigidos ya se lo han dicho".

"Menudo panorama. Es que se juntan el hambre y las ganas de comer. A estas alturas no hay ni para zumo de regaliz. Tendremos que confiar en que Papá Noel nos saque de ésta, no queda otra. Mira que el hombre hace todo lo que puede, bastante saca adelante con un negocio de un día y sus alrededores. Siempre con buena cara, pensando en positivo. No se queja ni de que por ahí lo pinten entero de rojo cuando él siempre ha vestido de verde". "Bueno, él en todo esto siempre ha sido secundario. Los niños, lo importante son los niños. Tu hija sigue feliz, y no echa en falta nada, aunque se le van los ojos detrás de los anuncios de la tele. Quiere los muñecos esos que también se han pedido sus amigos, y, claro, los quiere todos. Son como una pandilla de muñecos o algo así. También menciona el juego de mesa que vio el otro día en el escaparate de la juguetería del barrio, cuando fuimos a comprar las galletas de jengibre. Dice que es para que juguemos en familia los fines de semana". "Pues ya tiraremos de aquí y de allá, algo sacaremos. Aunque a este paso, ¡tendré que deshacerme de estos tirantes y utilizar espumillón para sujetarme los pantalones! Y tú harás lo mismo para hacerte tus coletas, ¡estarás monísima!". "¡Desde luego, qué cosas tienes!"- y la risa prosiguió en aquella cabaña mientras en el exterior la nieve caía, copo a copo, acumulándose.

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