Dos acontecimientos, uno luctuoso y otro polémico, han vuelto a poner de actualidad nuestra malhadada Guerra Civil. Me refiero a la muerte de Hugh Thomas, uno de los grandes hispanistas británicos y a la aprobación por el Congreso de los Diputados de la propuesta no de ley presentada por el partido socialista para la exhumación de los restos mortales del general Francisco Franco del Valle de los Caídos y el desplazamiento a otro lugar menos preeminente de la tumba de José Antonio Primo de Rivera y Sáenz de Heredia. Cito los apellidos porque, demostrando una vez más su ignorancia o confusión, algunos políticos e informadores han escrito o hablado en algún medio del "dictador Primo de Rivera". Confundían a su padre, el general Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, que presidió la Dictadura Militar desde 1923 hasta 1930, con el fundador de la llamada Falange Española, enterrado en la basílica de Cualgamuros.

En tema tan crucial y controvertido como éste convienen las precisiones y la ecuanimidad. A mí me aconsejó el mejor profesor de Historia que tuve -sacerdote salesiano por cierto-, y lo digo porque fue con quien más aprendí, por encima de los propios libros de texto que estudiaba, que valorara siempre equilibrada y objetivamente la obra de los historiadores. Precozmente me interesé por ellos y seguí después, y hoy tengo y consulto frecuentemente sus publicaciones. El citado Hugh Thomas -La guerra civil española (2 vols)-, Gabriel Jackson, Paul Preston, Stanley G. Payne -¿Por qué la República perdió la guerra?-, Raymond Carr, Edward Malefakis y entre tantos autores, algunos nuestros tan admirables como Manuel Chaves Nogales, Manuel Azaña, Arturo Barea -La forja de un rebelde-, Antonio Domínguez Ortiz, Juan Eslava, Arturo Pérez Reverte y un libro muy reciente 1936: Fraude y violencia, de Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa García… Estas y otras lecturas podrían dar a muchos obstinados una más amplia perspectiva de unos hechos adulterados, desnaturalizados, sepultados incluso por unos y por otros de acuerdo con su propia memoria -o desmemoria-, con sus propios intereses y criterios, en muchos casos inculcados ignominiosa y vengativamente por otros. Son libros que, desde sus diversas visiones, nos enseñan a convivir con nuestra propia historia sin odios, rencores, revanchismos. Es intolerable la desinformación de muchos y la desfiguración de unos tiempos cuya actitud política fue una mala jugada para la democracia en España. Un país no puede vivir normalmente con el implacable mantenimiento de un maniqueísmo atroz, de un odio irredento, de un cainismo insaciable, un lenguaje hostil, el afán de aniquilar absolutamente -políticamente hablando- al contrario ideológico, fulminar a quien no piense como nosotros, un espíritu realmente suicida en lo patriótico, auténticamente kamikaze: "o yo o el caos". Esta no es época para frivolidades ni enconos personales absolutamente inicuos e inútiles.

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