A veces los artículos se escriben y luego se van buscando un título, como el que busca una camisa que le guste para salir. Otras veces el título es el que va pariendo el resto del texto. Eso sería lo que me ha ocurrido hoy: el título lleva varios días rondando mi cabeza. Y ahora va a tratar de encontrar un texto que lo explique. Desde el principio me di cuenta que era bastante dulzón, pero por otra parte me parecía que era una palabra contundente. Y olvidada. Así que adelante con ella.

Esta sociedad nuestra anda bastante carente de bondad. Basta asomarse a cualquier red social para darse cuenta de que vamos sobrados de ira, rencor, y cosas de esas. En las reuniones de comunidad, en la política, en las gradas de cualquier campo de fútbol, en la oficina… ¿Qué nos pasa? Lo peor es lo de los políticos, porque se supone que nos representan, son nuestra expresión pública de la convivencia. Y cuando uno los escucha hablar, ya sea en el Congreso o en las infinitas ruedas de prensa que dan, no detecta, la verdad, mucha bondad.

Y los políticos tienen que ser bondadosos. No se rían. Dejen que me explique. Se supone (mucha suposición en pocas líneas) que la política, los políticos, están ahí para buscar el bien común, para mejorar la convivencia y el nivel de vida de todos los ciudadanos. Encabronar a unos contra otros no parece fomentar el bien común. Y eso es lo que están haciendo con sus declaraciones, con sus políticas. Yo no quiero que me enseñen a odiar, que me den razones para enfrentarme a mi vecino, por mucho que esté en las antípodas ideológicas. Lo que yo quiero es que me digan cómo podemos convivir, cómo podemos tender puentes que, aún siendo diferentes, nos posibiliten el encuentro.

Si usamos metáforas (y otra vez me arriesgo a resultar dulzón) esto de la bondad sería como un huerto: precisa de cuidados diarios, es delicado, expuesto a inclemencias. El odio es, sin embargo, como una bola de nieve: es posible que sólo hayas lanzado una pequeña cuesta abajo, pero puede terminar provocando grandes destrozos. Y muchas proclamas de odio que se lanzan pueden parecer inocentes, pero quizás mañana sean una enorme bola de odio incontrolado.

No se puede hacer política desde el odio. No todo vale. No es de recibo que nuestros políticos se pasen el día incitándonos a odiar al contrario. Su obligación es hacer el bien, buscar el bien común, ser bondadosos. Y claro: eso que digo de los políticos es aplicable al resto. ¿Les sigue pareciendo dulzón?

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