Así es (si así os parece), es el título de una obra teatral de Luigi Pirandello, que expone una realidad objetiva interpretada de un modo unívoco mediante los instrumentos de la racionalidad. Estos días se ha debatido con la tensión consiguiente la viabilidad de unas manifestaciones en Madrid, auspiciadas por colectivos feministas el pasado día 8, que la Delegación del Gobierno de la Comunidad prohibió "por motivos de salud pública". La ministra, Irene Montero, declaró que la suspensión de las marchas "criminalizaba" el feminismo, por cuyo liderazgo se enfrentan el PSOE y Podemos el seno de la coalición de gobierno La Fiscalía De la Comunidad de Madrid solicitó al Tribunal Superior de Justicia de Madrid que mantuviera la Prohibición poniendo de manifiesto el "riesgo" que supone para la salud pública la celebración de este tipo de actos y sostuvo también que la razón que llevó a la Delegación del Gobierno a prohibir las concentraciones se basa así mismo en la normativa propia del estado de alarma "cuando exista una puesta en peligro para las personas y bienes".

Y es que en este ámbito que padecemos de precipitaciones, improvisaciones y acciones compulsivas por parte de unos y de otros, cuando, como de costumbre, las contradicciones jalonan las decisiones del gobierno por un lado y las comunidades autónomas por otro, se dan las paradojas de que la izquierda, que no se resigna a no gobernar la más potente de las comunidades españoles, ataque obsesiva y reiteradamente a la presidenta de la Comunidad de Madrid, la lenguaraz y testaruda, Isabel Díaz Ayuso, en lo que se ha dado en llamar un "antimadridismo" recalcitrante, por su empeño en relajar las medidas restrictivas en la capital de España, donde la incidencia de la pandemia es más elevada, y sin embargo se hayan reclamando esas marchas del feminismo, esgrimiendo con contumacia y ensañamiento que "no hay razón jurídica de peso que impida las movilizaciones", según afirmaba la Secretaria de Organización de Comisiones Obreras de Madrid, Paloma Vega. Es descabellado hablar de "criminalizar el feminismo".

En una coyuntura política y económica tan complicada La realidad es que para algunos es más importante la ideología y sus expresiones públicas, tan arriesgadas por sus contactos, que la salud de los ciudadanos. Así de simple. Tanto desconcierto y tanta irresponsabilidad histriónica se parece mucho a ese canal televisivo de tanta audiencia que saca a pasear por la pantalla a sus numerosos frikis y los mantiene hasta altas horas de la madrugada para darnos el mismo programa todos los días. O como la gala de los Goya, que siendo en su mayoría virtual, dadas las circunstancias, no supo articularse con más imaginación y sentido del entretenimiento. Hasta los agradecimientos de los galardonados fueron, como es ya habitual: excesivos, pesados, soporíferamente abusivos y, por lo general, con muy poca gracia. Digna pero fría. Lo mejor Antonio Banderas

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