Hoy se cumplen cinco años de la muerte de don Emilio Botín. No hace falta presentar al que fuera alma, vida, espíritu y genio del primer banco español durante muchos años. Ya es difícil que un banquero caiga bien en España, pero como yo siempre he sido rarito, decía mi madre, a mí don Emilio me caía bien. Nacimos los dos casi el mismo día, horas de diferencia, pero él dieciocho años antes que yo. Esto ya te identifica algo con una persona por aquello de los astros, los planetas y demás zarandajas por el estilo. Terminó de caerme bien cuando se enfrentó judicialmente con un gobierno socialista que lo había engañado. El engaño le costó la salud y el dinero no a él, sino a los clientes que habían creído al banco que a su vez había creído al Gobierno. La cuestión se llamó cesiones de crédito. Los interesados que queden y lean este artículo lo recordarán puede que hasta con lágrimas pues algunos se dejaron los ahorros de una vida en esta engañifa gubernamental, por ejemplo mi padre. Todos los demás bancos se lo hicieron en los pantalones cuando el Gobierno dijo diego donde antes había dicho digo. Todos menos el banco de don Emilio. Por aquel entonces ya andaba yo acogido a la hospitalidad de esta casa y escribí un artículo de loa y elogio a quien valientemente había defendido, hasta llegar al Supremo, la palabra dada a sus clientes.

Todo esto ya es historia. Heredó el puesto de su padre doña Ana Botín. Y ahí se acabó la empatía, la sintonía, el feeling como se dice ahora. Nada en concreto me aleja de esta señora, pero cuando comparas tiempos y hechos te lo explicas. Y es que el ir y venir de esta mujer me resulta chocante. Me parece que es una mujer encantada de haberse conocido y nos lo quiere hacer ver a los demás. Quiere caer en gracia, ya que no es graciosa, y se ha apuntado y cobijado, de momento, bajo las banderas del feminismo. Está nombrando mujeres a mansalva para cargos directivos. Como accionista y cliente del banco espero que sea porque ellas son mejores que sus compañeros varones. Tengo mis dudas porque doña Ana anda obcecada con aquello de la cuota del 30% de directivos mujeres para 2025. No contenta con alinearse con las vergonzantes y humillantes cuotas al uso va y se me hace ecologista. A mí me da igual, siempre y cuando no se le ocurra meter al banco, y con él mis ahorros, en aventuras energéticas ecológicas hasta ahora ruinosas; igual es solo es por salir en la tele con Calleja. Y la traca para el final: cuando cogió el banco la acción del banco estaba casi a 7 euros, hoy a 3,5. Arremánguese, doña Ana, no se distraiga ni se embobe y al toro que viene derrotando en tablas. Tal como hacía su padre.

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