Visiones desde el Sur

Antígona no vino

Los argumentos de la ética, la igualdad entre hombres y mujeres, la justicia, la dignidad, la política...

El miércoles pasado se inauguró en Mérida el LXVI Festival Internacional de Teatro Clásico, con la puesta en escena de Antígona, una obra mítica en los escenarios teatrales. En el teatro romano se dieron cita autoridades civiles, judiciales, militares y hasta la familia real española: los Reyes Felipe y Leticia, la princesa Leonor y la infanta Sofía.

Sin embargo, quien no vino, fue Antígona, y ahora explicaré el porqué. Antes del comienzo y en oleadas sucesivas, a la entrada de las autoridades, se escucharon por igual vivas al Rey como vivas a la República. Una forma clara de testar que la monarquía española no se encuentra en su mejor momento y de que, la Casa Real, como vengo diciendo, no solo debe preocuparse más por los problemas sustanciales que en estos instantes tiene la sociedad española, sino que, habrá de resolver cuanto antes, el guirigay en el que anda metido el Rey emérito y que parece que no tendrá solución alguna excepto su paso por los juzgados. Pero, vayamos a la obra que se representó en el escenario y dejemos a un lado la que se escenificó en las gradas. Porque, se diga lo que se diga, de dos puestas en escena se trataba ese día para todo aquel que pudiera mirar viendo, hablando en términos helénicos.

El jovencísimo dramaturgo y director teatral mexicano David Gaitán, ha perdido -ha errado con el libreto, siempre a mi entender claro está- una oportunidad de oro para fajarse en los escenarios españoles y europeos con una obra singular y majestuosa, llena de contenido tanto subliminal como explícito: Antígona de Sófocles. Además, en un marco incomparable como es el Teatro Romano de Mérida, solo igualable por el Odeón de Herodes Ático en Atenas a tenor de quien escribe.

Y Mérida, por una noche, se convirtió en Tebas. Creonte, Rey de Tebas, en el escenario, mascullando el libreto de Gaitán; Felipe, Rey de España, entre el público, meditando el desarrollo de la obra además de sus actuales cuitas, que no son pocas. Por medio, una excelente actriz, Irene Arcos, queriendo dar credibilidad a un personaje excepcional como el de Antígona, que ha sido tan erróneamente descafeinado, que no le ha sido posible brillar a pesar de los magníficos argumentos que hacen de esta mujer un mito universal: la ética, la igualdad entre hombres y mujeres, la justicia, la dignidad, la política, la democracia…

Y la obra comenzó, con las siguientes palabras de Creonte: "El melodrama es el veneno del pueblo…".

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