Adiós agosto, ¡hola desastre!

Busquemos soluciones y gente con esperanza que ilumine el camino, no testaferros del desastre

Hoy es el tradicional último día de vacaciones para la clase trabajadora españolita, y si has tenido la suerte de haber desconectado largamente, no te preocupes, ¡nada ha cambiado en el mundo! Todo sigue más o menos igual, y ya eso es mucho con el panorama que dejamos a finales de junio. Es cierto que no han faltado fuegos de artificio político, para mantener un poco la tensión en verano, pero ni el decreto de reducción energética ha resultado desastroso, como predecía el PP; ni el real Madrid ha dejado de ganar partidos milagrosamente; ni el Papa ha dimitido, como parecía amagar; ni ha parado la guerra en Ucrania, siendo la excusa maravillosa para vender armas; ni la inflación ha frenado las ganas enormes de consumir en vacaciones. Todo sigue igual, por lo que el otoño, ya saben, ¡será caliente!

El ambiente de alarma y la escenografía del desastre hacen que todo esté siempre al límite. Sin ir más lejos llevamos días escuchando a organizaciones sindicales y políticas advertencias sobre el otoño y el invierno casi "nuclear" que nos espera, y "que nos preparemos": sequía, inflación y salarios, guerra, energía y gas, elecciones e inestabilidad, etc. Son demasiados inconvenientes como para tener un futuro decente, me pregunto entonces ¿dónde queda la gente esperanzada? ¿Todo son planes de contingencia para frenar "tsunamis" y ninguno para organizar la salida?

Me temo que al final somos presa de otra forma de consumismo, el del relato tremendista y decadente, que además de incidir en la falta de posibilidades fabrica gente temerosa, que fácilmente empuja en la dirección incorrecta. Me explico. Si todo va mal, cómo vamos a permitir que entren emigrantes en España de manera normal, habrá que dejarlos morir allá en el mar o tras la valla. Y si todo va mal, cómo vamos a permitir que gobiernen los mismos, mejor cambiarlos por opciones reaccionarias o ultranacionalistas. Pero si está todo tan mal, cómo vamos a mejorar los sueldos de la clase media trabajadora, si las empresas van a quebrar pasado mañana. Además, ya que todo va mal, cómo vamos a pedir que cambiemos a formas más sostenibles de vida y producción, ahora no toca.

Todo está mal, se mantiene mal, ¿para qué sufrir entonces? Busquemos soluciones, opciones, y sobre todo gente esperanzada que ilumine el camino, no testaferros del desastre ¡Que no nos amarguen la vuelta al trabajo!

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