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POR VERÓNICAS
Se hace triste haber tenido que afrontar una nueva suspensión en Valverde del Camino. Triste, porque después de tantas barreras, tapias, muros y talanqueras en el camino parecía que por fin el coso de la calle Carpinteros iba a revivir la posibilidad de ese cartel que anunciaba a novilleros de esta tierra que andan sin duda en trance al menos dos de ellos de saltar al escalafón de los de picadores.
Bueno, la causa estaba ahí. Bonita y cierta a favor de Alejandro e Inadcure. Los de a pie, también certeros como novilleros capaces de poner interés en el aficionado y la taquilla abierta.
Las circunstancias del porqué se desiste de dar un festejo con todos los peregiles administrativos por delante corresponde desde luego a la empresa que gestionaba el festejo y desde luego no va este escrito ni siquiera contra ella. Cada cual administra sus razones y respetables son. Sí sería bueno que cuando pasan estas cosas se haga una rueda de prensa, se explique con toda normalidad que ha pasado y todos nos enteremos. Mas lo que hoy me impulsa a éstas líneas es a reconocer el trabajo, la determinación, hasta sus errores si los hubiera, pero sobre todo la lucha que llevan sobre sus hombros María José Mora y Moisés Asuero, su marido. Después de haber desbrozado la plaza, acondicionado un tendido lleno de verdín, poner tiempo y dineros propios para atender los primeros pasos de cualquier festejo, ayer me los encontré hundidos en el silencio de su casa porque ese festejo por el que tanto han dado y luchado se había suspendido. Porque su pueblo y Alejandro se había quedado sin toros. Sinceramente, creo que el orgullo y la satisfacción de cuanto han hecho les irá llegando poco a poco porque sería justo que Valverde lo hiciera con ellos. No con otros, con ellos.
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