gervasio sánchez. fotógrafo y periodista

"Es muy importante mostrar a quien se enfrenta a la guerra con dignidad"

  • El cordobés expone su retrospectiva 'Antología' en la Casa Colón, en el marco de Latitudes Su trabajo de 30 años en zonas de conflicto es testimonio de sus secuelas en las víctimas

Es uno de los grandes nombres de la edición actual de Latitudes Festival Internacional de Fotografía Huelva, en el que expone hasta el próximo 15 de abril en la Casa Colón Antología, una exhaustiva selección de trabajos desde sus inicios. Gervasio Sánchez (Córdoba, 1956) es uno de los reporteros gráficos más reputados y respetados en el panorama internacional, y uno de los mejores ejemplos de esa unión entre periodismo y fotografía que se eleva a su máxima expresión en la denuncia de injusticias, dando voz a los desfavorecidos, especialmente víctimas de conflictos bélicos.

-Esta exposición le ha obligado a echar la vista atrás y rescatar trabajos de hace muchos años.

-Cuando empezamos a organizar la exposición, insistí mucho en incluir fotografías de mis comienzos. Era un trabajo de principiante, de los años 80, cuando trabajaba solamente en color. No son evidentemente las mejores, ni siquiera tienen, digamos, una mirada personal. Siempre he considerado que la evolución de un fotógrafo no es a salto de mata, es lineal. Esos primeros trabajos son iniciáticos, los que me enseñaron a aprender de los errores que cometí, a darle muchas veces la vuelta a las cosas para buscar mi propia mirada. En mi caso, además, no hice jamás un curso de fotografía y no sé revelar. Incluimos esa parte, y luego entramos en otras fases de mi vida, como mis proyectos fotográficos: Vidas minadas, Desaparecidos, Sierra Leona, Guerra y paz, El cerco de Sarajevo... Éstos parecen ya mucho más potentes desde el punto de vista de la mirada autónoma de un fotógrafo.

-En los Balcanes fue forjándose, mostrando lo que otros no captaban. ¿Cómo cambió su mirada a lo largo de esos años?

-Yo empecé en América Central y en América del Sur trabajando durante ocho años de un lado para otro. Ahí fue donde crecí fotográficamente. Y donde maduré fue en los Balcanes; ahí me hice hombre. Ya cuando empecé a hacer proyectos como Vidas minadas fue una evolución personal. Me di cuenta, gracias a los comentarios y críticas de algunos compañeros, que si quería buscar una mirada personal tenía que romper ese esquematismo de la fotografía más evidente de la guerra (los muertos, los bombardeos, los hospitales) y buscar otra forma de plantear las cosas. Y, de hecho, en esta exposición se ve claramente. Mi trabajo en color sobre los Balcanes está fijado totalmente en esa parte evidente de la guerra, y en mi trabajo en blanco y negro no hay muertos, solamente vivos, sobreviviendo. Dejé de fotografiar muertos porque llegas a la conclusión de que éstos pasan a ser el menor problema de la guerra. Pero ¿qué pasaba con los supervivientes, con los refugiados, los mutilados...? ¿Con un chico que debe ir a buscar agua y lo pueden matar porque bombardean la cola donde todos esperan...? Y empiezas a documentar este tipo de historias con una mirada mucho más autónoma. Ahí empecé a utilizar el blanco y negro.

-Poner el foco en los supervivientes es también la esencia del fotoperiodismo.

-Muy rápidamente me di cuenta, sobre todo a partir del 92-93 en Sarajevo, que fotografiar muertos es facilísimo. ¿De qué sirve mostrar muertos? Al final empiezas a buscar estas imágenes de los vivos porque te sirve para equilibrar un poco tu propia balanza: quieres ver a la gente vivir, no verla morir. Si fotografías a los vivos, por lo menos estás mostrando la vida cotidiana de la gente que sobrevive a la guerra, que intenta enfrentarse al horror de la guerra con dignidad. Para mí esto es muy importante. Si consigues, además, hacer fotografías que muestren todo esto de manera contundente, te das cuenta de que éstas son las fotografías que se van a eternizar, mientras que las otras van a quedar un poco ofuscadas por otras fotografías de guerra y muertos que van y vienen. Por eso creo que buscar imágenes contundentes de la fragilidad del ser humano en la guerra es una forma de no reducirlo todo a la muerte. Es una especie de deseo de estar al lado del ser humano y de convertirlo en el principal protagonista de la guerra.

-Se centra en escenarios posbélicos, en volver, tras los conflictos, a las víctimas silenciosas.

- Es verdad que llegó un momento en que no quería seguir. Primero empecé a desentenderme del bam-bam. Estuve meses, años, en Sarajevo, y huí, salvo excepciones, de la línea del frente, porque pasaba siempre lo mismo y me aburría mucho. Para mí la línea del frente era donde caían las bombas. Prefería andar por la ciudad viendo escenas que pasaban cotidianamente, porque, en la guerra, la vida sigue y te encuentras a veces imágenes muy bonitas en medio del desastre. La belleza también ocurre en pleno desastre de la guerra, y poder documentar todo esto es también buscar formas distintas de interpretar la realidad.

-¿Cuesta encontrar esperanza?

-Desde los tiempos inmemoriales, el hombre ha vivido con la guerra. Nunca hemos descubierto una vacuna contra la violencia y ojalá un día aparezca alguien con una y se inocule a los niños al nacer. Sería maravilloso. Recientemente los arqueólogos han descubierto matanzas de seres humanos en el lago Turkana en Kenia: hombres, mujeres -incluso embarazadas- y niños asesinados en un conflicto seguramente entre recolectores y ganaderos hace diez mil años, cuando pensábamos que la guerra venía de hace 5.000. Y dentro de otros 5.000 años estaremos en las mismas, si el mundo se sostiene. Porque la guerra es un grandísimo negocio. Desde el minuto 1 en que empieza la guerra hay gente que está haciendo mucho dinero. Hay gobernantes que se aprovechan de esa coyuntura para vender armas y para hacer negocios. Y eso no lo hacen los liberianos, los sudaneses o los somalíes, lo hacen los europeos, los americanos, los rusos, los chinos... la gente que tiene poder para hacerlo.

-España también.

-España es una potencia de venta de armas infatigable. Felipe González triplicó la venta de armas de Adolfo Suárez. Aznar triplicó la venta de González. Desde 2004, cuando vendíamos 400 millones y se fue Aznar, hasta 2011, en que se fue Zapatero, sextuplicamos la venta de armas, pasando a 2.400 millones. Ahora estamos vendiendo 4.000 millones porque el señor Rajoy prácticamente ha duplicado la venta de armas. Hoy día la prensa prosocialista critica al PP por vender armas a Arabia Saudí y se ha olvidado de que los primeros contratos que se hicieron en este país, e importantes, los hizo Zapatero. España se ha convertido en una potencia mundial en venta de armas porque el PP y el PSOE lo han querido. A mí esto me parece un escándalo.

-Todo el revuelo por esta denuncia en su discurso en la entrega del premio Ortega y Gasset no sirvió de nada.

-Tanto que cuando hice el discurso en 2008, Zapatero había duplicado la venta de armas española hasta ese momento: en vez de 400 vendíamos 950 millones, y después llegamos a 2.400. Se pasaron exactamente por el arco lo que yo dije. Pero lo más grave de todo esto no es que vendan armas. Si quieren hacer negocios con la muerte, que los hagan, pero que no falseen la realidad, que no mientan a la población y hagan un discurso pacifista. Estos señores de PSOE y PP tienen una catadura moral verdaderamente vergonzosa. Y luego, algo muy importante: hay una Ley de Control de Armas en el Parlamento español desde diciembre de 2007 que la violan sistemáticamente. Esta ley impide vender armas a países con conflictos internos, con conflictos vecinales, a países que triangulen las armas, que tengan regímenes dictatoriales... Y el Parlamento español, en su totalidad, se calla.

-Hay hipocresía política y también mediática, según denuncia.

-La prensa era una de las profesiones más valoradas hace 30 años y ahora está en la cola. La culpa no la tengo yo, ni la mayor parte de gente que está sentada ahí intentando hacer bien su trabajo; la culpa la tienen personas que están en el escalafón y que casi siempre olvidan cuáles son los principios básicos del periodismo: vigilar al poder político y al poder económico, no establecer alianzas impúdicas para salvaguardar sus intereses empresariales.

-¿Y cómo hace para mantener la independencia y el control de sus proyectos?

-Durante los primeros años de mi vida profesional, trabajando de camarero para autosubvencionarme. Y no fueron un año ni dos, fueron muchos años, hasta prácticamente cumplir los 32 años, trabajando de camarero cada verano. Y la segunda forma es no haber firmado nunca un contrato; de hecho jamás he cobrado una paga extra en mi vida. Cuando acabé Periodismo pude haber entrado a trabajar en el medio que me hubiera dado la gana, y con unos cuantos años más no dudo que hubiera llegado lejos. Creo que mantener el equilibrio, la independencia, luchar por tus temas, es muy difícil y a veces tienes que tener, encima, la suerte de poder contarlo. Por otra parte, el oficio de periodista no se puede comparar a ningún otro, salvo al de médico o maestro. En el periodismo, si colocas cada pieza en el lugar que no tiene que estar y confundes a la población, estás haciendo un flaco favor. Y lo digo claramente: el comportamiento de un director que no toca un tema determinado que es importante para la sociedad se asemeja a la corrupción.

-¿Qué suele recomendar a quienes acuden a sus talleres y conferencias? ¿Es necesario trabajar en zonas de conflicto para adquirir compromiso y espíritu crítico?

-Al contrario. Incluso a los más jóvenes les digo que si quieren saber si tienen un ojo fotográfico, un ojo periodístico, lo que tienen que hacer es atravesar la calle donde viven y empezar a rascar en temas que pasan al lado de su casa. Si los olisquean y los perciben, posiblemente van a ser buenos periodistas. Si son incapaces de encontrar alrededor suyo historias que contar, ¿cómo las van a encontrar en la India? Si olfatean una buena historia al lado de su casa, la saben escribir bien y además tienen la magia de contarla mejor que los demás, entonces van a ser periodista en cualquier parte del mundo. Si no son capaces, dudo mucho que lo sean. Y luego, en los talleres, intento hacer ver a la gente que para mí el periodismo es pasión y compromiso. No me gusta que me llamen periodista comprometido; me pone nervioso. Para mí el periodismo es compromiso. Y es una pasión que yo la vivo desde el primer día que empecé hasta que me muera. Porque contra viento y marea quiero ser periodista y he buscado la forma, por carreteras secundarias, de llegar a donde he llegado. Y enseñarles también que a veces no es tan importante tener un cuerpo de trabajo en el que haya fotografías impactantes o icónicas. Para mí, mis mejores fotografías, las que más quiero, son las que nunca se han publicado, las que se han quedado en negativos, las que me han llevado a las fotografías buenas. Por eso, cuando hice la exposición antológica, coloqué mi primera parte, que no tiene tanta personalidad, pero que era básica para entender mi evolución. E intento enseñar también de que es muy importante, aparte de encontrar tu forma de contar las cosas, hacer proyectos fotográficos. Me he tirado 20 años haciendo Vidas minadas. Lo empecé en el 95, estamos en 2016 y ya estoy pensando en la cuarta parte, que saldrá el 25 de noviembre de 2022; un proyecto como éste que cuenta mejor que nada las consecuencias de la guerra. A los fotógrafos y periodistas se los digo: se qué el día a día en la redacción es muy duro, pero dedicad unas horas a la semana a hacer un proyecto y en cinco o seis años crearéis una bomba.

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