Rufus Wainwright | músico

Música de emociones profundas

  • Rufus Wainwright hace el lunes una parada en el Teatro de la Maestranza durante la gira en la que está insuflando nueva vida a 'Unfollow the Rules', el disco que editó días antes del confinamiento

Rufus Wainwright

Rufus Wainwright / Tony Hauser

Entre el 14 y el 22 de abril está Rufus Wainwright interpretando, con su voz acompañada solamente por el piano y ocasionalmente por la guitarra, las canciones de su disco Unfollow the Rules por seis grandes escenarios españoles, del que el tercero de ellos es el del Teatro de la Maestranza, donde podremos escucharlo el lunes, día 17. Ya tiene otro disco editado posteriormente, el Folkocrazy con el que va a sostener la gira que realizará a partir del verano; pero este que trae a nuestra ciudad es el noveno de los suyos con material propio y lo lanzó en febrero del 2020, por lo que la pandemia abortó su trayectoria de raíz y ahora disfruta de una brillante segunda vida.

El concierto del lunes guarda el grandísimo interés de saber cómo funcionarán estas canciones desprovistas de toda la opulenta orquestación que tenían en el disco, que fue precisamente un regreso al pop por parte de Rufus después de que en los anteriores doce años hubiese estado inmerso en los sonidos del soft rock de los 70 y el trabajo en otros campos, como el de poner música a los sonetos de Shakespeare o componer la segunda ópera de su carrera. Unfollow the Rules es un disco tan impresionante como conmovedor, con suntuosas baladas junto a cantos irresistibles a la felicidad doméstica -entre el sexo y la muerte y tratando de mantener limpia la cocina- escritos para su esposo, Jörn Weisbrodt y su hija de once años, Viva, que tuvo con Lorca, la hija de Leonard Cohen, a la que están criando entre los tres.

Los convencionalismos nunca han sido para Rufus Wainwright. Las cualidades innatas, las adquiridas y la casualidad se combinaron para construir su carácter y, aunque ahora esté totalmente asentado, encantado de ser una estrella, y sus prioridades las tenga claramente definidas entre su hija y su marido, siempre anduvo por ese camino difuso que llevan los que nunca sabíamos si estaban destinados a la gloria o a la muerte. Sus padres, ambos brillantes e idiosincráticos talentos musicales, Loudon Wainwright III y Kate McGarrigle, se separaron cuando él tenía tres años y su hermana Martha algunos meses más. Sus primeros recuerdos son de su madre cargando una vieja furgoneta para mudarse con ellos desde New York hasta Montreal y le dejaron marca, una profunda cicatriz que le había dolido desde entonces, sin saber muy bien por qué, hasta que aprendió a sobrellevar el dolor: “Nada destripa el ego como convertirse en padre; ahora lo que le sucede a mi hija es mucho más importante que lo que me sucede a mí”. A pesar de todo, su familia siempre se mantuvo unida ante las crisis; los padres de Rufus siempre fueron realmente feroces y rencorosos entre ellos, pero cuando hacía falta, allí estaban los dos, echando una mano para ayudar en vez de echarlas al cuello del otro y siempre estuvo orgulloso de ellos.

Este extraño y cálido fondo produjo un niño que era precoz, brillante, patoso a veces, muy activo, que reconoció muy pronto y abiertamente su homosexualidad y pasó por el infierno de una espantosa violación en la que casi le matan, pésimo estudiante con dos carreras truncadas, que nunca tuvo ningún contacto con la escena artística hasta que su padre le dio una de sus maquetas a su viejo colega Van Dyke Parks. De pronto, Rufus tenía un contrato musical por el que David Geffen le incorporó a su sello DreamWorks y en 1998, a los veinticinco años de edad, editó su primer disco, al que puso de título su propio nombre: Rufus Wainwright. Vivir tumultuosamente le proporcionaba muchas emociones profundas para su música y las volcó en ese disco y en el siguiente, Poses, lanzado en 2011 y escrito en su mayor parte durante los seis meses en que Rufus estuvo residiendo en el mítico Chelsea Hotel.

Rufus Wainwright Rufus Wainwright

Rufus Wainwright / Suki Dhanda/The Observer

El 11-S fue un punto de inflexión en su vida. Aunque Rufus no tiene una descripción racional para su reacción, ese día fue el norte magnético hacia el que se ha movido su brújula en cada movimiento que ha hecho desde entonces. Su principal recuerdo del día es casi espiritual. Él y Sean Lennon, con el que estaba de gira, tenían un ensayo programado para ese día. Fue cuando los aviones se estrellaron contra las torres y el mundo entero las vieron desplomarse. Rufus se sentía un privilegiado por verlo desde el apartamento del edificio Dakota, tocando en el piano blanco que era tan gran símbolo de paz, amor y tragedia porque de él nació Imagine. Ese día comenzó el proceso de reconocimiento íntimo de sí mismo. Se dio cuenta de que la vida en general era grande y la suya era basura. Se tomó en serio su rehabilitación: “Ahora también hay diversión, pero es la diversión que viene de trabajar en tu música, de trabajar en tus relaciones personales. Invierte tiempo, invierte esfuerzo… ¡y tendrás tu premio!”. El suyo ha sido una trayectoria musical firme y ecléctica desde entonces.

Los cantos de las sirenas son bellos; te acercan al borde tanto y te hacen penetrar tanto en él, que luego es más difícil retroceder sobre lo que ya has conocido que seguir huyendo hacia adelante. Los que logran volver, y se redimen, tienen el derecho de hacerse escuchar por nosotros. Y normalmente tienen muchas cosas que decir. Y saben hacerlo de las formas más bellas. Rufus Wainwright es de estos.

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