Fino Oyonarte | Músico

"Tuve un problema de salud y de ahí salió la idea de hacer un disco propio"

  • Fino Oyonarte publica 'Arrecife', el segundo de los discos que lanza bajo su propio nombre en paralelo a la carrera musical que mantiene con Los Enemigos y en esta entrevista nos desvela todas sus claves

Fino Oyonarte

Fino Oyonarte / Ricardo Roncero

A Fino Oyonarte le conocemos sobre todo por ser el bajista de Los Enemigos, una banda de enorme recorrido desde que se formó en 1985, que en nuestra ciudad ha sido siempre muy querida y el gran número de seguidores que tiene ha hecho que sus conciertos por aquí hayan sido éxitos de público y crítica. Durante todos estos años ha formado parte de otros proyectos diferentes, que han sido Clovis y Los Eterno y ha producido algunos discos que forman parte de la historia del rock español con Los Planetas, Lagartija Nick, Corcobado o Mercromina. No fue hasta el 2018 en que pudo ver cumplido su deseo de grabar un disco a su propio nombre, Sueños y tormentas, en el que se desnudó emocionalmente y ahora, cinco años después ha lanzado otro, Arrecife, que conecta perfectamente con el anterior y es el que ha propiciado esta entrevista con él.

-No se me ocurren muchas palabras para describir su música, parece que simplemente saca usted lo que tiene en su interior sin saber siquiera qué es, ni importarle lo más mínimo.

-En cierta manera he intentado indagar sobre lo que me ocurre, las inquietudes, las sensaciones; es verdad que cuando me ponía con una canción no sabía muy bien sobre qué iba a hablar, pero conforme las escribía me di cuenta de que muchas de las frases las extraía de un diario que comencé hace tiempo como una forma de comunicarme muy personal. Básicamente, Arrecife trata sobre emociones, sentimientos, el paso del tiempo; también la pérdida, la muerte, el amor, el recuerdo a mis padres, a los que perdí hace poco y he querido que hubiese una canción dedicada a cada uno. Intentaba hacer una melodía que me gustase, con algunos acordes y después me ponía a escribir, cuando sabía realmente lo que quería contar. No lo hacía como Rafael Berrio, por ejemplo, que habitualmente escribía primero y después hacía la canción; yo aprendí a volcar de otro modo la necesidad de expresarme, de hacer algo creativo, de reflejar mi pasión por la música, mi ilusión, que se ha seguido manteniendo toda la vida; los sueños, el apoyo de mis padres y el agradecimiento por todo lo que hicieron.

-La gente lucha contra sí mismo todos los días. Todos somos muy caóticos por dentro y lo filtramos a través de algo, que puede ser un disco, como ha hecho usted. ¿El resultado ha sido que entienda muchas cosas sobre sí mismo?

-Voy entendiéndolas, creo que sí; para eso comencé a escribir el diario. También para recordar cosas que se me olvidaban y no sabía si habían pasado hace un año o veinte. Cuando escribes así estás descubriendo algo interior, que tienes escondido y quieres sacar. El contenido del diario es como el del espejo en el que te ves cuando te levantas y vas al baño; decides evitarte, pero dices que tienes que llevarte bien con ese que ves, porque es con quien pasarás todo el tiempo. En el diario hablas de ti mismo y es una manera de conocerte más: tu forma de ser, tus sensaciones, tu fragilidad; de aceptarte como eres, fruto de tu educación, de lo que has aprendido y sigues aprendiendo, de la música que te gusta, de los amigos que tienes. Al final siempre estamos en esa diatriba que dice usted, de luchar contra uno mismo y estas canciones son una forma de exorcismo. En la canción Tempestad hago una reflexión sobre mi estado de ánimo, sobre las cosas que no hago y siempre voy aplazando, sobre vivir el momento con más intensidad; como hacía Berrio en su canción Simulacro. Al principio me daba cierto pudor, pero he sido sincero y ya me he separado un poco de ellas, aunque me siento bien cantándolas. También me interesa la ficción. La situación de Entre tú y yo parece que me ha pasado a mí, pero no; me pongo en otro papel y es una canción al estilo del Leonard Cohen de la primera época, sobre amor y desamor, echar de menos a alguien, que son temas y sentimientos que nos pasan a todos.

-¿Podemos extrapolar entonces a cualquiera de nosotros todos esos estados de ánimo personales que reflejan sus canciones, llenas de sentimientos agridulces, de atmósferas ambiguas?

-Eso lo tendrá que decir usted; pero creo que algunas de ellas sí, sobre todo las canciones de amor, o A tu lado, que es esperanzadora, que trata de la creatividad, de pasar buenos momentos de amistad después del confinamiento que tuvimos. Es de las últimas canciones que compuse y me di cuenta de que lo que yo quería era salir del hoyo, de la oscuridad, tener esperanza por algo concreto, como es trabajar en lo que te gusta. Es una canción de redención, que es una emoción que puede compartirse con los demás. Sinceramente, las canciones las hice primero para mí, me tenían que gustar y estar muy convencido de lo que estaba expresando, pero después se ve que son temas universales: todos amamos, todos perdemos a nuestros padres. Esa frase del título de La vida es un sueño es de mi padre; la escribí en un cuaderno donde apuntaba sus historias, lo que me contaba de cuando yo era niño, y esta es la última frase que hay en él. Le pregunté sobre mi madre, que se había ido hacía unos meses y él se sinceró conmigo; me dijo que había tenido mucha suerte de estar con una persona setenta años y haberse querido tanto, que para él la vida es un sueño. Así que cuando quise hacer una canción para él supe que ese sería el principio y el final. La canción Embarcadero habla de la soledad, la introspección y tiene imágenes muy oníricas, de la costa de Almería, del Cabo de Gata, de la zona de Agua Amarga, por donde yo paseaba y todavía sigo yendo mucho. Es un homenaje a esos paseos, cuando pensaba en lo que quería hacer en el futuro.

-Pero nunca estamos tristes del todo. Y eso también se ve en sus canciones. Paradigmática de ello es Forma de ser, introspectiva en las estrofas y alegre en los estribillos, con aires de los Beach Boys, luego otra vez introspectiva…

-Esa canción me salió así. Intenté hablar de las cosas que me sucedían, haciendo un poco de reflexión de mis altibajos: un día estás fatal, otro mejor; esa es la parte de las estrofas. Al final digo que no puedo cambiar mi forma de ser, de una forma tan lapidaria como irónica, y tiene esa luz de los Beach Boys, de la etapa de Pet Sounds, que es una canción que me gusta, con muchos cambios de tempo, estribillo y estrofa. En la editorial que tuve edité el libro Wouldn't It Be Nice sobre cómo se hizo ese disco y esta canción es también un homenaje a ellos; jugué con la instrumentación que usaban en Pet Sounds, los cascabeles, la caja, que entraba cuando quería con ese ritmo tan raro, el mellotrón, el clavicordio, elementos que ellos usaban mucho y que son ingredientes del pop y el rock de los 60 y me hizo mucha gracia que aquí encajasen tan bien.

"Hay muchísimos grupos y mucho desequilibrio entre los que se llevan la gran tajada y el resto, casi no hay término medio"

-En su currículo figuran Los Enemigos, las bandas que ha producido, dos discos en solitario autogestionados, la editorial que ha mencionado, ¿cuál ha sido su momento cumbre?

-Voy a ser humilde, aunque algunos momentos cumbres sí que ha habido. He tenido momentos muy buenos y también muy malos, es como si estuviese surfeando. Entre los buenos pienso en los tres días llenando 'La Riviera' con Los Enemigos cuando nos íbamos a separar; después nos juntamos y tenemos una segunda vida. También en New York cuando Matthew Caws, de Nada Surf, me dejó un cuatro pistas y nació el proyecto de Clovis junto con Cristina Plaza; con dos LPs y un EP no tuvimos grandes crestas de éxito pero hicimos lo que deseábamos y de vez en cuando retomamos alguna cosa aunque ella esté en su proyecto personal de Daga Voladora y yo en el mío. Lo de Los Eterno fue muy bonito, no ya por la respuesta del público, sino por la sensación de reencuentro con la música, que es algo muy natural aunque a veces se complica. No todos los momentos son bonitos y es muy difícil sacar adelante los directos; hay mucha oferta, pero muchísimos grupos y mucho desequilibrio entre los que se llevan la gran tajada y el resto, casi no hay término medio. Ahora están por llegar muchas más olas y espero que algunas muy altas, porque con estas canciones mías me estoy dejando la piel, estoy hablando de cosas que no había hablado nunca y sé que es un disco complicado, introspectivo, reposado; la gente va a mucha velocidad y este disco necesita su tiempo para escucharlo, parar y estar treinta y cinco minutos sin que nadie te entretenga. Bowie decía que el suyo era un disco -The Next Day- que exige tu atención; hago mía esa frase.

-Todo lo bueno está por llegar. Precisamente esa es la primera frase que se oye en el disco.

-Esa frase con la que comienza A tu lado también es de mi padre. Un cuidador me envió un video unos meses antes de que mi padre falleciera y ahí la decía. En mi casa hay un piano, mis hermanas son pianistas, e hice unas notas en él con esas palabras, que era solo lo que tenía, pero me dije que debía salir una canción con ese comienzo y es la que elegí para empezar el disco. Mi padre está en el principio y en el final.

Fino Oyonarte Fino Oyonarte

Fino Oyonarte / Ricardo Roncero

-¿Cómo llegó usted a ser compositor? Nunca ha llevado el peso de las letras en las bandas anteriores.

-En Clovis el peso lo llevaba Cristina y aunque yo también escribía luego ella lo retocaba. Los Eterno era un grupo más instrumental y la única frase que hay es mía. En Los Enemigos el peso lo lleva Josele y yo he intervenido más en temas musicales o en alguna cosa escrita que le he pasado y él la ha transformado y hecho a su manera. Así que es cierto que ahora es cuando he cogido las riendas de la parte literaria, que es algo que tenía pendiente y necesitaba hacerlo. Tuve un problema de salud del que salí vivo de milagro y mi primera idea al ver que seguía aquí fue la de hacer un disco mío. También la de hacer un viaje, algo que cumplí yéndome a San Francisco a celebrar mi primer cardiocumpleaños. Pero lo primero que se me ocurrió fue trabajar para un disco personal y ahí fue cuando empecé a escribir un diario. Después, haciendo una canción me dije: esto me suena, y resulta que lo tenía escrito en el diario, en el que estaba expresando todo lo que necesitaba comunicar. Toda la creatividad hasta ahora la había enfocado en la parte musical y ya empecé a fijarme mucho más en las letras, en quiénes me gustaban y de los que podía aprender; me fijé mucho en Rafael Berrio, en Lapido, en Javier Sánchez, de La Buena Vida, en Fernando Alfaro; y he procurado encontrar mi voz propia y evolucionar.

-¿Cuál es su proceso de escritura? ¿Es organizado, escribe cosas que con el tiempo se unen a otras, tiene arranques de genialidad y le salen las canciones del tirón?

-Habitualmente cojo la guitarra o el piano y me pongo a cantar alguna melodía que me guste y normalmente de ahí ya sale alguna frase. Luego intento cantar alguna frase que encaje de cosas que he apuntado o me han gustado de otros autores, de libros que he leído; no párrafos enteros, sino alguna frase, alguna cita. Me gustan mucho Raymond Carver, Lucía Berlín y todo el realismo sucio, Fernando Pessoa, Cioran, de los que cojo más reflexiones que letras. Hay veces que tengo una idea muy clara de qué quiero contar, ojalá fuese siempre así, pero otras solo tengo una palabra o frase y cuando voy escribiendo va surgiendo la idea, voy descubriendo el camino.

-Usted me recuerda a Damien Jurado, del que se ha dicho que es el Raymond Carver de los cantautores.

-No lo sabía, pero le voy a contar una cosa. Yo tenía la canción Naufragar con la guitarra acústica y quería que tuviese también timbales, la veía más oscura, a lo Nick Cave, Leonard Cohen, y se lo dije al productor -César Verdú-, que me dijo que no iba a quedar bien, que la guitarra acústica y la percusión se iban a pelear entre ellas. Pero escuché una canción de Damien Jurado, Mellow Blue Polka Dot, y si lo había hecho él también podía hacerlo yo. Las canciones no tienen nada que ver armónicamente, ni en letra, melodía ni nada, pero la suya me abrió la puerta.

-Esa de Naufragar y Espejo son precisamente las canciones que más me llevan a Damien Jurado. Y aún más allá, a Elliott Smith, porque considero a Jurado el Smith que apartó el cuchillo al final y no llegó a morir. Smith doblaba su voz, decía que le gustaba así porque le hacía sonar menos como él mismo. ¿Usted también lo hace por eso?

-Pues sí que en todas las canciones, excepto en Amor, la dedicada a mi madre, doblo la voz y la guitarra acústica. Y lo hago porque me gustaba cómo lo hacía Elliott Smith, aunque por otra razón diferente a la suya, que me gusta como en los 60 Phil Spector doblaba los instrumentos. Pero me encanta como Smith jugaba con los colores, el punto artístico que tiene me llega a la fibra, es como un hermano. Mientras yo escuchaba a Leño y los Beatles mi hermano de verdad escuchaba a Nick Cave, John Cale, Cohen, Smith y curiosamente ahora, cuarenta años después, mis canciones han salido de ahí. En Espejo hay unos coros que me recuerdan mucho a Elliott Smith.

-En Espejo dice usted que ya no es ese chaval que se fue a perseguir sus sueños, es una canción que habla de la conciencia del paso del tiempo. Entre su primer disco y este han transcurrido cinco años y hay gente que ya no está, hemos pasado una época de pandemia con los sentimientos a flor de piel, ¿cómo ha sido su vida en este tiempo?

-Ha habido de todo; cuando salió el primer disco estuve tocando mucho y de esa época vienen algunas de las canciones de este segundo: Naufragar, Entre tú y yo; Espejo incluso la tocaba en el repertorio del disco anterior porque la tenía medio hecha. Hice algunas más entre el 2018 y 19. Después Los Enemigos nos pusimos a preparar Bestieza, el último disco, que salió el 6 de marzo y nos confinaron el 10. Toda la gira de la banda se paró, aunque luego hicimos algunos conciertos de esos con máscara y sentados. La verdad es que en esos momentos no hice demasiado: pintar, dibujar, escribir poemas, leer mucho; me leí Nosotros, de Zamiatin, que es un libro previo a la distopía, también Un mundo feliz y 1984, que ya los había leído de adolescente y ahora tenían otro significado. Esta tríada la contrarresté con El Quijote, que me hizo mucha compañía, porque antes solo había leído párrafos y aproveché para leerlo entero, que es otra distopía interesante, pero más mundana, más cercana. Trasteé con algunas canciones, pero el detonante fue el fallecimiento de mi madre, porque esos días escribí sentimientos, sensaciones, recuerdos; la echaba mucho de menos y sobre una canción de la que tenía la melodía fui cantando por encima unos textos que tenía escritos sobre ella y me sorprendió cómo encajaban perfectamente y así hice su canción. Primero sin tener la intención de que fuera para el disco, pero me dije que por qué no, si al fin y al cabo un disco eres tú, son tus canciones, eres sincero. Luego me animé y empecé a hacer A tu lado y Avanzar, las dos canciones con las que arranca este. Después, cuando decidí meterme a grabar fue cuando se fue mi padre y me encabroné mucho queriendo hacer una canción sobre él; me tiré dos meses tocando el piano, hasta que me relajé y leí la frase de la vida es un sueño y salió. Me dice mucha gente que es un disco luminoso y la verdad es que me sorprende bastante. El disco fue un proceso largo, desde febrero del 2021 en que se grabó la primera acústica, hasta un año después, cuando tuve los arreglos de Philip Peterson, al que le gustaron mucho las canciones y los hizo encantado.

"La gestión de la autoedición me ha quitado mucho tiempo de creatividad"

-Entre la enorme lista de colaboradores, aparecen en La vida es un sueño dos mujeres de apellido Oyonarte.

-Una es mi hermana María del Mar, que hace solo un coro al final y me daba alegría que estuviese, porque ha cuidado mucho a mis padres. Vive en Almería, es pianista, trabaja en el conservatorio y nunca había grabado un disco; aquí grabó esa frase que decía mi padre como una cosa muy personal e íntima. La otra es su hija, mi sobrina Silvia, que ya tocó en el primer disco cuando tenía unos 15 años, en Afortunado. Le pasé a Phil la melodía diciéndole que no quería que hubiera mucho barroquismo ni melancolía; me respondió que ella tocaba muy bien el chelo y que le iba a meter una tercera voz por debajo y ya está.

-Un año terminando el disco y otro desde que se terminó. Ya tendrá nuevas canciones grabadas, escritas, pensadas…

-De momento tengo bocetos, notas de voz. Si le soy sincero, me ha ocupado demasiado tiempo la gestión de la autoedición, ha sido una tortura. Está muy bien porque eres tu propio jefe, pero se me iba el tiempo con la distribuidora, la promo, las redes sociales, era un sinvivir. Enviamos las gráficas en septiembre y no nos mandaron los discos hasta febrero, por eso saqué tantos singles de adelanto. Todo eso me ha quitado mucho tiempo de creatividad y ahora es cuando estoy empezando a activar de nuevo el chip. Tengo unas 50 o 60 notas de voz, que están ahí, pero no las he vuelto a escuchar. Ya hice una criba de cosas que me parecieron interesantes para trabajar, pero ahora con la promoción del disco de nuevo me cuesta ponerme a ello.

-Usted es andaluz y se le conocen muchos lazos con músicos de Granada: Lagartija, Planetas, Niños Mutantes, es amigo de Eric Jiménez; ¿pero tiene alguna relación concreta con Sevilla?

-Tuve relación con Dogo; cuando íbamos Los Enemigos al 'Fun Club' hablábamos mucho con él y su grupo y tocamos juntos en 'Razzmatazz', la sala de Barcelona. Siempre nos caímos muy bien; él y Juanjo Pizarro eran muy cariñosos con nosotros. Musicalmente no hicimos nada juntos, pero coincidimos mucho en carretera y mantuvimos buena amistad. Compartimos oficina con Kiko Veneno y cuando coincidimos siempre cantamos alguna cosa juntos. De mi disco anterior, la canción Sueños y tormenta, que tiene un ritmo más trotón, es influencia de Kiko. Él arregló también la letra del Revolution de los Beatles y su grupo y Los Enemigos la interpretamos juntos en un par de conciertos; los dos grupos a la vez, con dos bajos, dos baterías… y con Raimundo Amador hicimos la banda sonora de Se buscan fulmontis.

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