Gente Inteligente

Seis prácticas infalibles para liderar con autoridad emocional en un mundo digital

Liderazgo emocional.

Liderazgo emocional. / M. G.

Hace mucho que el poder dejó de ser suficiente para mandar. Es cierto que ostentar un cargo directivo te inviste de mando en plaza, pero no de liderazgo. Y en un mundo donde el vértigo de la innovación digital hace tambalear las jerarquías, mandar sólo por estar más arriba en el organigrama se volverá imposible. Liderar desde la autoridad emocional será la única opción.

La rapidez de los cambios tecnológicos y la innovación digital están transformando las estructuras tradicionales de mando en las organizaciones, favoreciendo un enfoque más horizontal y colaborativo. En este contexto, es esencial liderar desde la autoridad emocional, que no emana de la posición laboral, sino de la capacidad para conectar, entender y motivar a las personas.

A diferencia de quien simplemente manda, quienes lideran con una inteligencia emocional alta no imponen, sugieren; no critican, orientan; y ante todo, escuchan antes de hacerse escuchar.

Y si tu propia inteligencia emocional es la base para liderar, y tu comunicación el vehículo de tu liderazgo, el siguiente elemento fundamental es tu capacidad para fomentar las habilidades emocionales del equipo. Aquí te dejo algunas estrategias prácticas para conseguirlo.

1. Escucha activa para desarrollar la empatía. En tu próxima reunión, reserva un tiempo para invitar a cada miembro de tu equipo a compartir una preocupación y sus ideas para solucionarla. Durante este ejercicio, enfócate en comprender el sentimiento detrás de sus palabras y reconoce sus emociones antes de ofrecer soluciones. No tengas prisa. Si lo repites periódicamente -sin pasarte, para no cansar o convertirlo en algo rutinario-, el enriquecimiento será mucho mayor.

2. Retroalimentación constructiva enfocada al crecimiento. Fomenta la retroalimentación interpersonal fundamentada en las fortalezas, y no en las debilidades. Puedes, por ejemplo, crear un "banco de fortalezas" donde cada integrante del equipo pueda anotar las habilidades que admira de los demás. Utiliza esta información para conocer cada vez mejor a tus personas, y para proporcionarles retroalimentación de sus tareas de forma que reconozcas estas cualidades justo antes de orientarles en los cambios que crees que deben hacer.

3. Inspiración como objetivo. La autoridad emocional no manda, inspira a las personas. Para eso debes dedicar tiempo a conocer las motivaciones personales de cada integrante de tu equipo. Tu habilidad para vincularlas con los objetivos laborales que os habéis marcado es lo que te va a diferenciar. Esto puede realizarse a través de reuniones ‘uno a uno’ donde se establezcan objetivos personales alineados con los del equipo. Pero si pones estas reuniones en marcha, no las dediques a otra cosa, por muy tentador que sea aprovecharlas para las urgencias diarias.

4. Fomentar la resiliencia. La costumbre de aprender de los errores, discutir sobre los fallos y compartir las lecciones aprendidas, no puede faltar en tu equipo. Implementa, por ejemplo, sesiones mensuales o trimestrales para el retorno de la experiencia, donde el equipo se nutra y se enfoque en mejorar las estrategias futuras.

5. Decisiones participativas. Si quieres que tu gente se sienta parte del proceso, del equipo, y de la empresa, y tome los objetivos como propios, utiliza técnicas como la ‘lluvia de ideas’ o la votación para la toma de decisiones importantes. Es mágico ver el impacto en los resultados.

6. Y no te olvides de celebrar colectivamente. Con rituales de celebración por metas alcanzadas que incluyan reconocimientos personalizados y momentos para la interacción más personal. Asegúrate de que cada miembro de tu equipo sepa y sienta el valor de su contribución, ante ti y ante sus compañeras y compañeros.

Hay muchas más estrategias, claro que sí. Y todas son perfectas si están fundamentadas en la vocación de servicio. Sí, de servicio, que podrá parecer un concepto añejo, pero es esencial en el liderazgo del futuro. Si lideras al servicio de tu equipo, pones tus habilidades a disposición de tus personas, y promueves el crecimiento colectivo y la autorrealización individual. Así la retención y atracción del talento está asegurada.

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