Gente Inteligente

Toma las riendas de tus decisiones con la inteligencia emocional

Una mujer trata de tomar una decisión.

Una mujer trata de tomar una decisión. / M. G.

Imagina una encrucijada. A tu izquierda, el camino de las decisiones impulsivas, pavimentado con “lo hice porque me sentí así en ese momento”. A tu derecha, el sendero de la inteligencia emocional, donde te paras a meditar lo que sientes y lo que conviene. ¿Por cuál transitas tú más a menudo? Las emociones son ese amigo invisible cargado de buenas intenciones, un necesario compañero de camino que no siempre nos mete por la mejor ruta.

Desde elegir qué desayunar hasta tomar decisiones trascendentales, decides cientos de cosa cada día, y la gran mayoría de ellas no son conscientes. Además, en todas, nuestras emociones están ahí, susurrándonos al oído como un GPS muy pesado. Y no es cuestión de silenciarlas, lo más útil es aprender a dialogar con ellas, eso es la gestión emocional. Porque la inteligencia emocional es nuestra habilidad para reconocer, entender y manejar nuestras emociones y las de las demás personas, y eso sí que nos sirve para tomar buenas decisiones.

Recuerda, por ejemplo, las veces que seguro has tomado decisiones bajo el efecto del enfado. Tal vez terminaste enviando un correo electrónico que ahora hubieras redactado de otra manera. O recuerda esa vez que, en brazos de la nostalgia, te fuiste al centro comercial a comprarte un montón de cosas que “necesitabas”. Si es que, hasta cuando nos proponemos ser muy racionales y hacemos un Excel fantástico para comprar un coche o decidir un viaje, comparando los múltiples factores que queremos considerar, la mayoría de las veces la decisión de compra la determina el factor emocional, porque ¡es el que más nos gustaba!

Cuestión de conciencia

Nuestro cerebro emocional y nuestro cerebro racional están en una constante danza. A veces, el primero lleva la batuta, impulsándonos a tomar decisiones rápidas, a menudo necesarias para nuestra supervivencia. Sin embargo, en el día a día, esta rapidez emocional puede jugar en nuestra contra. ¿La clave? Echarle conciencia y entrenarte para darte mucha cuenta de todo. Aquí van algunas sugerencias.

1. Haz pausas emocionales antes de tomar una decisión, especialmente si estás emocionalmente cargada o cargado. La gente con destacada inteligencia emocional sabe cómo se siente en cada momento, así gana tiempo al impulso y es capaz de retrasar la respuesta. Eso te da poder sobre tus conductas. Te puede ayudar imaginar que tu emoción es una ola en el mar. Puedes verla, sentir su fuerza, pero no tienes que surfearla de inmediato. Esa es la pausa que te permite evaluar si tu respuesta emocional inicial es realmente la mejor consejera para tu decisión.

2. Recuerda que nuestras emociones son mensajeras. escúchalas. El miedo puede estar señalando incertidumbre o inseguridad; el enfado puede indicar que algo o alguien se está saltando nuestros límites; la tristeza nos dice que hemos perdido... Conviértete en detective emocional, y descubre qué hay detrás de lo que sientes y cómo eso afecta a tus decisiones. Otra vez, la gente emocionalmente inteligente es capaz de hacer este ejercicio de reconocimiento y comprensión mucho más rápido, para darse cuenta, antes de actuar, de que a lo mejor no necesitaba tantas cosas en ese centro comercial o de que ese correo electrónico no va dirigido a la persona que me ha provocado el enfado.

3. Y para las grandes decisiones, usa la técnica del consejo consultivo emocional. Consiste en imaginar que te ayuda tu particular grupo de apoyo, compuesto por tu yo emocional, tu yo racional y tu yo futuro. Consulta con ellos. ¿Qué te dicen? ¿Qué consejos te daría cada uno? Este ejercicio te ayuda a equilibrar tus impulsos emocionales con tu pensamiento crítico y tus objetivos a largo plazo.

Incorporar la inteligencia emocional en nuestra toma de decisiones no es un cambio que ocurre de la noche a la mañana. Es un entrenamiento diario, un compromiso propio contigo para bailar al ritmo que realmente deseas. Y sí, habrá días en los que te pisarás los pies, pero hasta esos tropezones te servirán para bailar cada vez mejor y tener tú la última palabra.

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